16 de octubre de 2013

Continuación del ciclo de jornadas sobre la crisis mundial del agua, un desafío del siglo XXI, organizado por el Comité de Estudios Ambientales Internacionales

Por Lucía Amigone Forte

El miércoles 16 de octubre de 2013, se llevó a cabo en el CARI el tercer encuentro dentro de las "Jornadas sobre la Crisis Mundial del Agua, un desafío del siglo XXI", organizado por el Comité de Asuntos Ambientales Internacionales. En esta oportunidad el tema abordado fue "El agua en relación con la minería".

El seminario comenzó con la exposición del Doctor en Ciencias e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), Abel Schalamuk. Argumentando que la minería es una producción indispensable para la vida del hombre, Schalamuk hizo hincapié en la necesidad de que ésta se produzca de manera sostenible. Es decir, que no solo tienda a la explotación de los recursos minerales de acuerdo a la demanda económica, sino que resguarde el medio ambiente: que sea "ecoeficiente". Para esto, el Doctor sostuvo que debe existir responsabilidad social tanto de las empresas que se encargan de la producción, como también de los Estados que la regula, estableciendo normas seguras y claras para dicha explotación.

Respecto a esto último, Schalamuk comentó que ciertos países como Estados Unidos o Canadá poseen normas ambientales muy estrictas en sus territorios sobre cómo cuidar sus recursos, pero paradójicamente, cuentan con empresas que explotan dichos recursos de manera no sustentable en otros países. Sin embargo, la contaminación del aire, del agua y la pérdida de biodiversidad, que entre otras cosas genera una producción no respetuosa del ecosistema, terminan por ser perjudiciales para el mundo entero.

Es por eso que, desarrolla Schalamuk, para lograr una minería ecoeficiente, se debe cumplimentar con todas las etapas que hacen a un proyecto minero. En primer término, realizar un estudio general de los recursos que existen en esa zona, el llamado "estudio de impacto ambiental". Luego, cuando ya existe la decisión de comenzar con la explotación minera, se debe desarrollar una evaluación de impacto ambiental, incluyendo todos los aspectos: desde el punto de vista de la explotación, la fundición y los residuos. Por último, se debe pensar el cierre de la mina, para lo cual las empresas deben programar y guardar recursos económicos para cerrarlas al final del proceso y rehabilitar la zona. No obstante, según el expositor, "este es un tema que no siempre se trata, aunque los manuales indican que se debe hacer… El cierre de minas debe ser contemplado, yo diría, al inicio".

Este es un tema que no siempre se trata, aunque los manuales indican que se debe hacer… El cierre de minas debe ser contemplado, yo diría, al inicio

Respecto al agua, Schalamuk argumentó que este se constituye como un elemento indispensable en las explotaciones mineras -utilizado para la eliminación del polvo, en el proceso metalúrgico y para el enfriamiento de los equipos-. Esto genera un encarecimiento y mal uso del recurso, como así también una comercialización irracional del mismo. Por ejemplo -agregó-, en Atacama los pequeños agricultores venden el agua a las empresas mineras y abandonan así la producción agrícola. Y en otros casos, empresas que tienen en sus concesiones acuíferos, venden el agua a otras empresas, desviando el recurso que tendría que abastecer a la población.

Schalamuk reflexionó asimismo sobre el factor humano. Admitió que si bien existen empresas que utilizan maquinaria robotizada y no necesitan de mineros que se expongan a condiciones extremas, en Latinoamérica se calcula que aún se encuentran más de un millón de personas trabajando en forma marginal. Esto se vislumbra principalmente en la búsqueda del oro. En opinión del expositor, la explotación del oro debe ser reconsiderada, debido a que es un mineral utilizado por el hombre sólo para la decoración y genera tremendos perjuicios sociales y ambientales. Lo mismo sucede con la nueva demanda de minerales como el coltán (columbio tantalio), también conocido como el "oro gris", utilizado en la producción de celulares y nuevas tecnologías, cuya demanda ha generado una gran marginación en países como Angola, por ejemplo, donde se utilizan niños para su explotación en forma muy rudimentaria, artesanal y peligrosa.

Por último, en concordancia con los temas elaborados en su exposición, el doctor Schalamuk concluyó hablando sobre la combinación de tres factores fundamentales para hacer una minería sustentable, ecoeficiente: la integración de los factores económicos, ambientales y sociales.

El segundo expositor fue el Doctor Andrés Nápoli, abogado especialista en temas ambientales, quien se centró sobre la conflictividad existente en las cuestiones medioambientales. Explicó que en la actualidad, el conflicto que gira en torno a la actividad minera es muy fuerte. Encontrando por un lado, sectores acérrimos opositores que convierten su lucha contra la contaminación en una oposición contra la industria minera propiamente dicha, y por el otro, el Estado que no da respuesta, que no actúa como mediador en el conflicto entre las empresas y la sociedad y se muestra incapaz de hacer cumplir las reglas. Para Nápoli, esta creciente conflictividad, que genera la movilización de toda la sociedad, fue lo que llevó al Municipio de Esquel a realizar un plebiscito local hace unos años, donde la población votó por la no instalación de la mina de oro en dicho lugar.

Otro punto importante en la exposición de Nápoli fue ubicar al marco normativo vigente como parte del conflicto. Comentó que en Argentina, durante los años noventa, se realizó una gran modificación del Código de Minería con la introducción del artículo 233 que instauró el resguardo del medio ambiente, en concordancia con el artículo 41 de la Constitución Nacional -que establece el derecho a un ambiente sano-.

Sin embargo, para el expositor, aún no existe una interpretación en "clave ambiental" de dicho Código, y atribuye la responsabilidad de dicha falencia a los actores estatales -nacionales o provinciales- encargados de controlar la actividad minera. Esto llevó, argumentó Nápoli, a que la agenda pública ambiental no fuera promovida por el propio Estado, sino que haya sido marcada por cuestiones exógenas: por las emergencias, como sucedió con las inundaciones de La Plata; por las movilizaciones, como las sucedidas en Gualeguaychú; y las causas judiciales, tal como lo ejemplifica el problema de la cuenca del Riachuelo.

De este modo, Nápoli concluyó planteando la necesidad de que el Estado coordine su agenda económica con una agenda ambiental, que amalgame el Código Minero con la normativa ambiental, y donde la población local y las comunidades originarias sean actores presentes en los debates.

Las empresas buscan lugares seguros para colocar sus inversiones, y son justamente los mayores controles y el resguardo del medio ambiente que viene desarrollando Argentina en los últimos años, lo que les permite desarrollar una minería sostenible

El último orador fue Mario De Pablos, abogado y miembro de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros, quien expuso la visión que tienen aquellos que trabajan en la industria minera sobre las cuestiones ambientales.

Como primer punto, De Pablos comentó que en los años noventa hubo un gran cambio en la legislación minera argentina - que entre otras cosas, incorporó nuevas normas ambientales - que generaron un mayor orden sobre la industria y los grandes capitales que invirtieron en el país. Según De Pablos, las empresas buscan lugares seguros para colocar sus inversiones, y son justamente los mayores controles y el resguardo del medio ambiente que viene desarrollando Argentina en los últimos años, lo que les permite desarrollar una minería sostenible.

Respecto al tema específico del uso del agua por parte de la industria minera, De Pablos expuso que "existen muchos mitos" sobre la industria propiamente dicha. Ejemplificó que según el Banco Mundial, del total de agua utilizada para las actividades del hombre, un 80% se utiliza en la agricultura, un 13% para consumo humano, y un 7% para la industria, constituyendo la minería menos del 1% de esa totalidad de 7%. Comparativamente, prosiguió el expositor, la minera la Alumbrera utiliza la misma cantidad de agua que 800 hectáreas en donde se cultiva olivos bajo riego.

A su vez, De Pablos explicó que la minería moderna ha realizado importantes avances en el uso eficiente del agua mediante fuertes inversiones en nuevas tecnologías, y así ha llegado a reutilizar entre el 80 y el 90% de la misma. En la mina más grande de Argentina, ejemplificó, se logra reutilizar el 75% del agua. Y específicamente en San Juan, argumentó que la minería sólo consume el 0.43% del agua que consume la agricultura, pero explica el 16% del Producto Bruto Provincial y el 78,7% de sus exportaciones. O en Catamarca, donde la utilización del agua por las mineras es mucho menor que el que pueda realizar otra actividad, pero estas representan el 55% de la producción provincial y el 95% de sus exportaciones.

A modo de conclusión, explicó que siendo el agua un recurso indispensable para la actividad, las mineras en Argentina la utilizan de manera eficiente y la cuidan para no contaminarla. Sin perjuicio de los controles y monitoreos por parte de los estados provinciales y de la sociedad. Siguiendo con esta argumentación y ejemplificando su postura, De Pablos culminó su exposición mencionando al nuevo emprendimiento de embotellamiento de agua natural "Nao Victoria", procedente del manantial ubicado aguas abajo del yacimiento de oro y plata del Cerro Vanguardia, que fue financiado por la propia empresa minera. Esta, que ha pasado todos los controles y se aprueba para el consumo humano, ya se vende en todo el país y se exportará al Mercosur.