La nueva carrera espacial

Por Damián Cichero, 26 de mayo de 2020

Ya han pasado más de 50 años de la misión Apolo 11 y la llegada de Neil Armstrong a la Luna. La primera carrera espacial de la historia fue protagonizada por Estados Unidos y la URSS, donde el principal objetivo era lograr la llegada del hombre a la Luna. En 1969 EE.UU. logró esta asombrosa hazaña y la comunidad internacional lo reconoció como el vencedor de la contienda, pese a los grandes logros soviéticos: ser el primer país en lanzar un satélite a la órbita terrestre (Sputnik 1) y en colocar el primer ser humano en el espacio (Yuri Gagarin). Medio siglo después, una nueva carrera espacial encabezada por EE.UU. está surgiendo, pero ahora con nuevos y diversos protagonistas.

Estados Unidos desea regresar a la Luna, pero esta vez para quedarse. Entre todos los nuevos desafíos que la NASA se plantea, el más importante es utilizar al satélite como escala estratégica hacia el nuevo y gran objetivo: llegar a Marte. Además, un nuevo programa espacial promovido por dicho organismo pondrá por primera vez en la historia a una mujer en la Luna en el 2024, y por ese motivo han denominado a la misión como Artemisa, hermana gemela del dios Apolo.

Pensando en arribar a Marte, la llegada a la Luna es crucial para construir una base lunar, que ayudaría a que las naves espaciales pudieran reabastecerse de combustible para su viaje final. Pero lo realmente importante es que la fuerza de gravedad del satélite es casi 6 veces menor a la de la Tierra, por lo que los cohetes necesitarían utilizar mucho menos combustible para despegar, reduciendo considerablemente los costos de la misión.

También debemos recordar que los recursos naturales de la Tierra comenzarán a escasear, y tarde o temprano habrá que remplazarlos. En la Luna se encuentran minerales como titanio, hierro y aluminio, además de abundante Helio-3. Este isótopo ligero podría utilizarse como combustible en plantas de energía eléctrica a través de la fusión nuclear, y así satisfacer las necesidades energéticas de la Tierra por centenares de décadas. Además no es contaminante, por lo que no generará desechos peligrosos como sucede con el tritio o el deuterio. Según la compañía financiera Bloomberg, con 25 toneladas de este material podría cubrirse la necesidad energética de EE.UU. durante un año.

Sin embargo, todavía queda mucho por investigar, ya que aún no se ha logrado controlar la fusión del Helio-3 debido a las altas temperaturas que el proceso requiere en comparación con el tritio o el deuterio. Por otra parte, debe resolverse el problema de cómo extraerlo de la Luna y poder transportarlo hasta la Tierra de manera económica.

Un análisis de 1986 del Instituto de Tecnología de Fusión de Wisconsin estimó que la explotación de este recurso espacial podría generar billones de dólares en ganancias. Esto evidencia que hay más intereses en juego que el prestigio en sí mismo.

 

Los nuevos contrincantes

Esta vez habrá múltiples protagonistas en esta carrera, muchos de ellos emergentes. Además de los EE.UU., el otro gran actor será China, potencia espacial desde 2007, luego de conseguir implementar con éxito su misil anti satélite. En 2019 el gigante asiático ha conseguido un hito sin precedentes: colocar una nave espacial, Change 4, en el lado oscuro de la Luna, lo que marcó un fascinante logro para la Humanidad. Además, ha realizado el primer experimento de crecimiento biológico en el satélite, logrando que dos hojas verdes de algodón brotaran en un contenedor sellado.

El presupuesto espacial chino creció anualmente un 10% durante la última década (2009-2019), alcanzando actualmente los 2.000 millones de dólares, y en 2018 fueron el país que más lanzamientos espaciales realizó: 37 misiones sobre un total de 112.

Esto generó un gran impacto en los EE.UU. y fue el vicepresidente, Mike Pence, quien anunció la aceleración de los planes de la NASA por pedido de Donald Trump. El nuevo objetivo es volver a la Luna para el 2024 y no en 2028, como estaba previsto. Sin embargo, Kenneth Bowersox, alto funcionario de la NASA, no es tan optimista. Recientemente, ha admitido que acelerar el proceso trae consigo grandes riesgos, aunque el organismo intentará cumplir la misión en la fecha estimada pese a que no pueda todavía asegurarse su éxito.

Por su parte, los Estados Unidos, siguen realizando grandes hitos en esta materia: durante el último año la sonda New Horizons sobrevoló con éxito el cuerpo celeste más lejano jamás observado, Ultima Thule, ubicado a 6.400 millones de kilómetros de la Tierra. Además, en 2018, la sonda InSight también generó gran revuelo al lograr posarse sobre la superficie de Marte. En diciembre de 2019 la sonda Parker se convirtió en la nave espacial que más se ha acercado al sol y en octubre las astronautas de la NASA, Christina Koch y Jessica Meir, se convirtieron en las primeras mujeres en realizar una caminata espacial juntas.

El otro gran contendiente en esta carrera es India, quien en 2019 confirmó ser un país con gran poderío espacial y con capacidad anti satélites (ASAT). El interceptor cinético PDV Mark II chocó con el satélite indio Microsat-R, y así cumplió con su objetivo, logrando que India se uniera al selecto grupo conformado por EE.UU, Rusia y China.

Sin embargo, no puede todavía afirmarse que la India es una potencia espacial consolidada, ya que este año también cosechó un gran fracaso: la misión Chandrayaan 2 no logró alunizar, luego de que su módulo lunar se estrellara, por lo que las aspiraciones indias de ser el cuarto país que lograse dicho hito han quedado frustradas. El tan prestigioso podio está compuesto por las tres potencias ya mencionadas.

Rusia, la heredera del poderío espacial de la URSS, también tiene grandes intereses. Su máximo mandatario, Vladimir Putin, declaró en 2018 que su país planea poner a un hombre en la Luna para el 2030. En abril el país lanzó su cohete Soyuz-2 para colocar en órbita un telescopio capaz de detectar cientos de planetas más allá del Sistema Solar. Además, Rusia ha desarrollado un nuevo e innovador sistema ASAT, que emplea un interceptor lanzado desde aviones MiG 31 y planea tener su propia estación espacial para el 2024.

Por último, debemos mencionar a la Agencia Espacial Europea (ESA) que actualmente se encuentra desarrollando un nuevo lanzador espacial, Ariana 6, que podría tener su vuelo inaugural durante 2020. Además, en 2019 garantizó su compromiso con la Estación Espacial Internacional hasta 2030 y estableció un financiamiento de 14.400 millones de euros para los próximos 6 años, aumentando en un 45% la cifra respecto a lo acordado en 2016, dando así su primer impulso significativo en 25 años según Jan Wörner, director general de la ESA. Traer muestras de Marte, pruebas tecnológicas para desviar asteroides, explorar la Luna en 2025, un enorme telescopio de rayos X y un observatorio satelital capaz de detectar vibraciones en el espacio-tiempo serán algunas de sus metas.

 

Una carrera para todos

Los avances tecnológicos y económicos han permitido que países con menor poder en el rubro también alcancen grandes logros. Uno de ellos es Israel, que en 2019 se convirtió en el séptimo país en la historia en poder orbitar la Luna con su sonda Beresheet. La misión fue financiada privadamente y su valor estuvo muy por debajo de lo que es usual en el rubro, solo 100 millones de dólares. Sin embargo, el éxito no fue total ya que uno de los motores de la sonda falló cuando solo se encontraba a 150 metros de lograr su misión y se estrelló contra la superficie lunar.

Por otro lado, tenemos a Japón, que en 2005 logró que su misión Hayabusa 1 obtuviera muestras del asteroide Itokawa, el cual poseía restos de agua, y reforzó la teoría de que la mitad del agua del planeta Tierra llegó desde el espacio exterior a través de este tipo de asteroides. Además, en 2015 pudo orbitar Venus con la nave Akatsuki con el fin de investigar su extraña atmósfera, y durante 2019 consiguió que la misión Hayabusa 2 aterrizara en el asteroide Ryugu a 280 millones de kilómetros de la Tierra.

Como si fueran pocos los actores ya mencionados, también debemos recordar el gran poderío que están ganando las empresas privadas en el rubro, destacándose los nombres de las empresas Space X, que pretende crear una colonia en Marte y posee el cohete Falcon Heavy, el más grande y poderoso de la Tierra y que puede transportar 64 toneladas. Por otra parte, las empresas Blue Origin y Virgin Galactic se encuentran más interesadas en llevar turistas al espacio a través de vuelos comerciales y en la minería espacial. Las tres empresas saben que la clave se encuentra en reducir los costos, por lo que centran la mayor parte de sus inversiones en cohetes reutilizables que logren aterrizar en los distintos lugares del espacio sideral y luego regresar a la Tierra.

Dados todos estos acontecimientos, el presidente Donald Trump anunciaba el 1 de mayo de 2018, en su discurso ante un equipo deportivo de la Academia de West Point, la creación de la sexta rama de las Fuerzas Armadas estadounidenses: la Fuerza Espacial. La idea del Pentágono es contrarrestar los avances de las grandes potencias y además mantener el dominio absoluto del espacio bajo sus intereses. También el presidente estadounidense ha incrementado el presupuesto de la NASA en 1.600 millones de dólares, elevando el gasto total para el 2020 a 22.600 millones, diez veces superior al presupuesto chino. Este último ejemplo refleja el gran poderío norteamericano en el rubro.

 

Gran posibilidad de conflicto. La situación de la Argentina

La situación actual se presenta muy complicada, ya que tanto la órbita baja como alta están repletas de satélites de unos 60 países. La basura espacial es la principal amenaza y, debido a la falta de regulación oficial, cualquier pequeño inconveniente puede considerarse como un ataque intencionado y derivar en un conflicto de gran escala. Justamente es la falta de regulación la que incentiva a acelerar los planes: cuanto más se avance en materia regulatoria, menos actividades podrán realizarse.

Según la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior, hay más de 4.900 satélites orbitando en la actualidad, los cuales tienen diferentes y vitales funciones para la humanidad, como investigación, comunicación, vigilancia y seguridad, etcétera. Si a esto le sumamos la gran cantidad de basura espacial, da como resultado un "territorio" escaso para maniobrar. Por eso quienes logren el control de la órbita serán quienes dominen las telecomunicaciones planetarias y los sistemas de seguridad.

Según el "Tratado sobre el espacio exterior" de 1967, el espacio exterior no forma parte de ningún Estado en concreto, y por ello ningún Estado puede ejercer derechos soberanos. Este espacio comunica las posesiones de todos los países, por lo que su uso irregular perjudicara sí o sí a otros.

Por su parte, la Argentina ha reducido notablemente el presupuesto de CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales). El presupuesto para 2019 ha sido de 51 millones de dólares, un 62% menos respecto a 2018. Sin embargo, la nueva carrera espacial es de muchísima importancia para nuestro país. Durante 2020 será lanzado el satélite Saocom 1B, que despegará desde Cabo Cañaveral, Florida, a través de un cohete Falcon 9 de la compañía Space X (compañía estadounidense). También debemos mencionar el satélite argentino Saocom 1A, lanzado por la misma empresa en 2018 desde California. Estos casos demuestran la vital importancia que tiene el país norteamericano para nuestro desarrollo espacial.

Los dos satélites argentinos trabajarán en conjunto con cuatro satélites de la Agencia Espacial Italiana (ASI) en lo que será el Sistema ítalo-argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias. Los satélites tienen Radares de Apertura Sintética (SAR) que les permite trabajar tanto de día como de noche y hasta atravesar las nubes, para así poder cumplir su misión: prevenir y evaluar catástrofes naturales o antrópicas.

Tampoco debemos olvidar proyectos en progreso como Arsat 3, satélite geoestacionario de datos y telefonía, cuyo lanzamiento se planea para 2023; y el desarrollo del cohete argentino Tronador 2, que será un lanzador de satélites de órbita baja, que le dará un gran prestigio al país.

Sin embargo, China también tiene amplios intereses en nuestro territorio. El gigante asiático considera a la Argentina como el país más relevante de Latinoamérica en materia aeroespacial. Ha instalado una base de exploración en la provincia de Neuquén, que tiene un papel fundamental en todas sus operaciones espaciales, y ha realizado numerosas inversiones. Todo esto generó muchas veces el malestar estadounidense, por el temor de que todo esto tenga como fin usos militares.

Asimismo, durante 2019 nuestro país firmó un convenio con Rusia sobre exploración, cooperación y uso pacífico del espacio, que nos permite recibir ayuda y conocimiento de las avanzadas tecnologías soviéticas sobre la navegación de satélites y sobre sus lanzamientos.

También existen compañías privadas como LIA Aerospace que pretenden realizar inversiones en nuestro país para que cohetes que pueden transportar hasta satélites de 75 kg despeguen desde la costa argentina.

Así, podemos observar cómo nuestro país genera intereses en diversos tipos de actores internacionales y por ello mismo nuestro accionar debe ser muy cuidadoso, ya que la Argentina depende de cada uno de ellos para poder seguir desarrollándose y avanzando en este rubro. Cualquier paso en falso puede perjudicarnos gravemente y dejarnos definitivamente fuera de esta histórica y gran oportunidad que nos brinda la nueva carrera espacial.

 

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