COMITÉ ESTADOS UNIDOS

Observatorio Estados Unidos / Boletín N° 120 / Agosto 2022

Dirección: Roberto Russell

Edición: Analía Amarelle / Equipo redactor: Federico Bursky, Catalina Sandberg y Carla Gebetsberger

 

INDICE

 

POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS

El Acta de Reducción de Inflación y el cambio estratégico de Biden para ganar las elecciones

 

POLÍTICA Y RELACIONES EXTERIORES DE ESTADOS UNIDOS

¿Nuevas apuestas por estabilizar Taiwán y Medio Oriente?

Estados Unidos y Colombia: la relación bilateral luego de la victoria de Petro

 

 

POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS

 

 

El Acta de Reducción de Inflación y el cambio estratégico de Biden para ganar las elecciones

Fuente: The Guardian

El martes 16 de agosto el presidente Biden convirtió en Ley el Acta de Reducción de la Inflación. La misma tiene como objetivo reducir la inflación y el déficit, bajar los precios de la medicina bajo prescripción, tomar medidas sobre el cambio climático e implementar un mínimo de impuestos a pagar por las grandes corporaciones (Amy B. Wang, The Washington Post).

Stein, Joselow y Roubein, de The Washington Post, afirman que la legislación representa una de las leyes con mayores consecuencias para la economía política de los Estados Unidos en la historia moderna. Si bien no alcanza los 3 trillones de dólares que los Demócratas habían tratado de conseguir inicialmente, los $369 billones destinados a combatir el cambio climático y a incentivar la producción de energía doméstica traerán cambios que procurarán cortar la emisión de carbono. Miembros del Partido Demócrata afirman que las emisiones se reducirán un 40% hacia el año 2030, a través de dos estímulos principales: incentivos a la industria para producir energías renovables e incentivos a los hogares para transformar el uso y consumo de energía. Al respecto, Biden afirmó que "la ley es el mayor paso hacia adelante que se haya dado en lo que respecta al cambio climático, y nos permitirá dar pasos audaces para alcanzar mis objetivos climáticos" (Sprunt, NPR).

Con respecto al sistema de salud, la ley permite a la Secretaría Federal de Salud negociar los precios de algunas drogas para Medicare (seguro médico nacional de Estados Unidos), los cuales serán efectivos a partir de 2026. Estas negociaciones buscan ahorrarle dinero a Medicare, en tanto los precios actuales de los medicamentos son fijados por las compañías farmacéuticas (Stewart y Leber, Vox).Adicionalmente, la ley pone un tope de 2000 dólares para la porción de medicamentos prescriptos que los ciudadanos tienen que pagar de su bolsillo, una medida que será efectiva a partir de 2025. También, extiende a tres años los subsidios de seguro médico del Affordable Care Act, originalmente aprobado en la ley para aliviar los efectos de la pandemia (Shivaram, NRP).

La nueva ley traerá ingresos para el gobierno, principalmente por ahorros del programa Medicare y por las nuevas medidas en materia de impuestos. Durante los primeros 9 años la IRA reducirá el presupuesto de déficit en 300 billones, pero los ahorros más significativos tardarán tiempo en materializarse. Se prevé que el déficit se reducirá en 1.9 trillones de dólares en las próximas dos décadas, incluyendo ahorros de interés (Committee for a Responsible Federal Budget). La fuente de ingresos más grande deriva de un nuevo mínimo de 15% de impuestos corporativos (Rao, The Conversation). El mismo apunta a aquellas compañías que reportan ingresos mayores a 1 billón, trayendo una ganancia estimada de 300 billones para el gobierno. Una parte importante de esta ley que no fue incluida por oposición del Senador demócrata de West Virginia, Joe Manchin, es la expansión del Child Tax Credit. Manchin expresó que el costo de la misma era muy alto, y si bien Bernie Sanders continuó insistiendo para que se incluyera, finalmente esta iniciativa no pasó a formar parte de la ley (Shivaram, NRP).

La firma de la ley representa una importante victoria para la administración de Biden. El año pasado, la iniciativa de 2 trillones de dólares conocida como Build Back Better se estancó en el Congreso luego de que encontrara la oposición de senadores demócratas moderados. El senador Joe Manchin, quien en diciembre había anunciado que no avanzaría con su voto positivo, llegó a un acuerdo el mes pasado con el líder de la mayoría del Senado, Charles E. Schumer. De esta manera, Build Back Better se convirtió en la Inflation Reduction Act, la cual mantiene las mismas temáticas principales, aunque implica menos inversión (Wang, The Washington Post). Al respecto Manchin declaró que "Build Back Better está muerto, en cambio tenemos la oportunidad de hacer nuestro país más fuerte, uniendo a los americanos" (Cochrane, Tankersley y Friedman, The New York Times).

Los demócratas buscan ahora promocionar los beneficios de la legislación. Algunos tendrán efecto en el corto plazo, como por ejemplo los impuestos para mejorar la eficiencia energética. Otros, como la reducción de precios de medicamentos con prescripción, no serán implementados hasta después de las elecciones. Si bien una sola ley no resolverá todos los desafíos que enfrenta el Partido Demócrata en la carrera hasta noviembre, los estrategas afirman que es un buen comienzo (Montaro, NRP).

Con ese objetivo, Biden inició una gira de costa a costa en Estados Unidos la semana pasada. Los demócratas esperan que el viaje impulse los números del presidente en las encuestas. Asimismo, esta iniciativa pondrá a prueba la influencia de Biden dentro del Partido Demócrata, donde ha habido algunas muestras de deslealtad en las últimas semanas. Mientras deciden si harán campaña junto al presidente, los candidatos demócratas estarán observando si el tour puede mejorar la imagen pública de Biden (Renshaw y Hunnicutt, Reuters).

Según un análisis que realiza Forbes tomando data de la encuesta de Five Thirty Eight, que mide la popularidad de Biden, los números muestran cierta mejora. Luego de la firma de la nueva ley, la aprobación del presidente pasó de 37,5% a 40,6%. Este es el mayor aumento que tuvo este índice desde que Biden asumió el cargo. Sumado a la firma de la Inflation Reduction Act, las semanas pasadas evidenciaron otras buenas noticias en materia económica: bajaron los precios del combustible por décima semana consecutiva, los índices de desempleo y salarios mejoraron, y la inflación mostró signos de desaceleramiento por primera vez (Reimann, Forbes). Jonathan Bernstein, de Bloomberg, indica que este es un resultado "sorpresivamente normal" para una democracia, en tanto los números de Biden mejoran cuando las condiciones económicas y de COVID-19 también lo hacen (Bernstein, Bloomberg).

El presidente se encuentra en una situación política "curiosa", según el análisis de Olivier Knox en The Washington Post. Por un lado ha logrado ciertas victorias el año pasado, siendo la firma de la Inflation Reduction Act la última. Aún encontrándose en peligro de perder el control de la Cámara de Representantes y del Senado en noviembre, los demócratas creen que pueden limitar el daño, y, hasta inclusive, mantener las mayorías que actualmente posee. El plan de la Casa Blanca es hacer eco de los logros del presidente en el período que queda hasta llegar a las elecciones e implementar una retórica agresiva contra los republicanos (Knox, The Washington Post).

A lo largo de su presidencia, Biden ha sido cuidadoso con su retórica hacia los republicanos. Ahora la realidad ha cambiado. El martes pasado el presidente puso en práctica el lenguaje que será parte de su estrategia para ganar las elecciones de medio término. Se refirió al GOP como "semi fascismo", e indicó que no respeta y no puede trabajar con los Republicanos MAGA, a quienes acusó de aceptar la violencia política. Además expresó que la democracia se encuentra bajo amenaza: "ahora tienen que votar para, literalmente, salvar la democracia nuevamente" (Viser, The Washington Post).

 

 

POLÍTICA Y RELACIONES EXTERIORES DE ESTADOS UNIDOS

 

 

¿Nuevas apuestas por estabilizar Taiwán y Medio Oriente?

Fuente: EFE

Tras la revitalización de los asuntos de defensa y seguridad que analizamos en la última edición de este Boletín, los acontecimientos continuaron ese camino en lo que pareciera ser una tendencia irreversible, al menos en el corto plazo, en cuanto a prioridades de la agenda internacional. Los sucesos involucrados incluyen las represalias de China por la visita de Nancy Pelosi a Taiwán y la posible conclusión del Acuerdo Nuclear con Irán.

Como parte de su gira por Asia-Pacífico, Nancy Pelosi visitó Taiwán el pasado 2 y 3 de agosto. A pesar de las advertencias de Beijing sobre las consecuencias que esta visita desencadenaría, la Presidenta de la Cámara de los Representantes prosiguió con su agenda sin modificaciones y mantuvo reuniones con las principales figuras de la isla.

Lindsay Maizland (CFR) traza un marco general de la estrategia estadounidense con respecto a la disputa Taiwán-China y recuerda que Washington mantiene una ambigüedad estratégica al respecto. La misma consiste en acusar recibo a nivel internacional de la visión de "una China" impulsada por Beijing, pero sin aceptarla como un hecho que debiera consumarse. De este modo, Estados Unidos apuesta por mantener el statu quo vigente sin confrontar con China y se guarda para sí mismo la posibilidad de acudir en defensa de Taiwán para mantener las condiciones actuales. En ese encuadre, Estados Unidos ha fortalecido su vínculo con Taiwán en base a la venta de armas y la eliminación paulatina de restricciones en lo que a encuentros bilaterales entre mandatarios de ambos países se refiere.

En un contexto signado por la invasión de Rusia a Ucrania, algunos analistas opinaron que la visita incentivaría la aceleración de los planes de China de hacer realidad la política de "Una China" y efectivamente anexar Taiwán al territorio continental. En ese marco, la provocación que implicó la visita de Pelosi encendió aún más las alarmas al respecto (CFR).

En líneas generales, existe un consenso sobre el poco afortunado timing de la visita. Entre quienes suscriben esta opinión se encuentra Craig Singleton (Foreign Policy), quien considera al viaje un "error táctico" del cual será difícil recuperarse. Una vez concluida la visita, China desplegó todo su poderío al forzar a aviones y barcos a evacuar la zona de Taiwán, lanzar misiles balísticos que sobrevolaron territorio taiwanés, simular ataques donde probablemente empezaría la invasión a Taiwán y anunciar nuevas maniobras militares en el Mar Amarillo.

La puesta en práctica de dicho despliegue generó, en la mirada de Singleton, una confianza en los líderes chinos sobre su capacidad, en el momento que decidan, de cortar las vías de suministro globales en dicha área e impedir la pronta asistencia estadounidense desde Japón y Corea del Sur en caso de una invasión. Dicha confianza aumenta la imprevisibilidad respecto al accionar chino, aunque ello no representa el éxito asegurado para China en un futuro. Si bien no se puede ignorar el poderío demostrado, Singleton sostiene que, con el desarrollo de maneras más inteligentes y estratégicas de asistir a Taiwán sin reaccionar ante cada maniobra de Beijing, Washington aún tiene posibilidades de reequilibrar la relación de fuerzas y, desde allí, abogar por una mayor confianza entre ambas potencias, así como lo hiciera en su momento Kennedy con Kruschev.

Desde otra mirada, Ryan Hass (Foreign Affairs) se basa en el antecedente de las  negociaciones entre Barack Obama y Xi Jinping sobre el reclamo chino del Bajo de Masinloc en el mar de la China Meridional  a fin de extraer algunos elementos que considera centrales para evitar la escalada en Taiwán: comunicación directa entre líderes, disciplina y discreción para que Beijing sepa que el asunto reviste la mayor seriedad. Asimismo, si bien considera que el timing fue inapropiado, opina que abrió algunos posibles cursos de acción para Washington que le permitan sacar fruto de la visita.

Una de ellas es el impulso a una mayor colaboración de Estados Unidos con el poder político taiwanés en materia fiscal y de defensa tras la alarma que representó el despliegue militar chino. Por otra parte, la resiliencia de las cadenas de suministro, el comercio digital y las relaciones económicas también vieron crecer la necesidad de abordarse adecuadamente. El tratamiento de dichas cuestiones permitiría a Washington aclarar los términos de su relación con Taiwán ante China y, con ese mayor conocimiento mutuo, disminuir los riesgos de escalada.

Por su parte, Hilton Yip (Foreign Policy) disiente parcialmente de las opiniones de Singleton y Hass al sostener que Taiwán no debe ni puede depender exclusivamente de la protección estadounidense para hacer frente a China. Desde su mirada, las represalias chinas demostraron una vez más la enorme superioridad de Beijing frente a Taipei y ello debería incentivar a los mandatarios taiwaneses a reducir la dependencia de Washington. Si bien desde Taipei comenzaron a tomar decisiones en esa dirección, Yip sostiene que los esfuerzos deben ser constantes dado que el despliegue chino demostró que Washington podría tener serias dificultades para asistir a Taiwán en caso de una invasión.

El otro acontecimiento de relevancia fue el anuncio del posible cierre del Acuerdo Nuclear con Irán, el cual había perdido su validez durante el mandato de Donald Trump al retirarse Estados Unidos del mismo. El nuevo borrador fue propuesto por la Unión Europea y pareciera estar en camino de confirmarse y entrar en vigencia.

Azriel Bermant (Foreign Policy) analiza el contexto regional en Medio Oriente dentro del cual se enmarca el Acuerdo. En líneas generales, la mayoría de los países de la región temen a un Irán equipado con armamento nuclear, motivo por el cual verían con buenos ojos la conclusión del Acuerdo. Asimismo, la búsqueda de un sistema de defensa compartido (impulsado por Washington) también apunta a desincentivar una guerra regional y, en consecuencia, las intenciones de Irán de armarse nuclearmente. No obstante, Bermant remarca que para que ello suceda, varios factores deberían acomodarse, tales como desactivar resquemores entre algunos Estados y generar la confianza para compartir información sensible.

Por su parte, Maziar Motamedi (Al Jazeera) recoge miradas de varios expertos sobre los hechos recientes. Diako Hosseini asigna buena probabilidad al exitoso cierre de las negociaciones. No obstante, advierte que, si bien Irán busca en esta última fase las mayores garantías de que Estados Unidos no vuelva a abandonar el acuerdo, deberá convivir con dicha incertidumbre dado que no puede asegurárselo por completo. Washington será parte del mismo en tanto, desde su perspectiva, le resulte beneficioso participar de él. Trita Parsi destaca que Biden debe actuar pronto ya que, una vez que su país entre en el clima de las elecciones de medio término, un acuerdo de este calibre resultará mucho más difícil de concluir.

Por último, Kelsey Davenport (Al Jazeera) sostiene que Irán no debe incluir más demandas una vez que Washington acepte el levantamiento de sanciones dado que, cuanto más se extienda el proceso, menores serán las chances de una exitosa conclusión. Asimismo, enfatiza que será central que Teherán demuestre genuina voluntad de cooperar y cumplir, así como también de someterse a revisiones como las que lleva a cabo la OIEA, que actualmente se encuentra estudiando la aparición de partículas de uranio en varios lugares de Irán.

 

Estados Unidos y Colombia: la relación bilateral luego de la victoria de Petro

Foto: Prensa Gustavo Petro

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro (3d), Álvaro Leyva, canciller designado (2d), y Luis Gilberto Murillo, embajador designado de Colombia en Estados Unidos se reúnen con el director principal del Consejo de Seguridad Nacional para el hemisferio occidental, Juan González (i), el embajador Francisco Palmieri (2i) y Jonathan Finer, secretario principal adjunto de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el 22 de julio. Fuente: Prensa Gustavo Petro

El pasado 15 de junio Estados Unidos y Colombia celebraron 200 años de relaciones bilaterales, iniciadas en 1812. Para dicha celebración el entonces presidente colombiano, Iván Duque, viajó a Washington en donde se reunió con el secretario de Estado, Anthony Blinken. Días más tarde, el 19 de junio, el candidato Gustavo Petro de la Unión Patriótica ganó en segunda vuelta las elecciones presidenciales con el 50,4% de los votos. Se trató de una jornada histórica para el país, signada por la llegada por primera vez de un candidato de la izquierda a la presidencia. Blinken twitteó sus felicitaciones la noche de las elecciones y llamó a Petro al día siguiente. Dentro de las 48 horas posteriores, Joe Biden también hizo un llamado al presidente electo, enfatizando el apoyo de Estados Unidos a Colombia y el deseo de "continuar fortaleciendo la cooperación bilateral".

A inicios de año, el presidente  Biden hizo alusión a la relación con Colombia como la "pieza clave", la "piedra angular" y la "base" de la seguridad y la prosperidad en el hemisferio (The White House). La victoria inédita de Unión Patriótica dio lugar a múltiples reflexiones en torno a las posibles continuidades y rupturas en la relación de dos aliados históricos. Michael Schifter señaló pocos días después de las elecciones que pese a los cambios, las relaciones entre Estados Unidos y Colombia probablemente sigan siendo buenas (The Inter-American Dialogue). Aclaró: "Pienso que no hay ningún interés por parte del presidente electo Petro y, por cierto, por parte de Estados Unidos de tener una relación difícil, conflictiva, esto no beneficia a ningún país" y opinó "que están muy claros aquí en Bogotá y en Washington con este compromiso. Además, hay demasiado en juego para permitir que las relaciones no sean buenas" (The Inter-American Dialogue).

El viernes 22 de julio, la Casa Blanca envió una delegación de alto nivel a Bogotá para dialogar con Petro; su canciller, Álvaro Leyva; y el embajador colombiano designado para Estados Unidos, Luis Gilberto Murillo. Conformaron la delegación Phil Gordon, asesor de Seguridad Nacional de la vicepresidenta Kamala Harris; y Juan González y Brian Nichols, director y secretario adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, respectivamente.

Semanas más tarde, el domingo 7 de agosto, cuando Petro tomó juramento como presidente de Colombia, una destacada delegación estadounidense asistió a la ceremonia. Estuvo integrada por la directora de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Samantha Power; el presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Gregory Meeks; el embajador de Estados Unidos para Colombia, Francisco Palmieri; la representante especial para la Equidad Racial y la Justicia del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Desirée Cormier Smith; y el asistente especial del presidente y director principal del Consejo Nacional de Seguridad para el Hemisferio Occidental, Juan González.

A partir de estas visitas, distintos analistas identificaron algunas áreas potenciales para una cooperación bilateral más profunda, así como también posibles tensiones. Michael Schifter reforzó recientemente sus anteriores reflexiones: el inicio de la gestión de Gustavo Petro parece revelar una relación auspiciosa con los Estados Unidos (The Inter-American Dialogue). Luego de la llegada de Petro a la presidencia, la Administración Biden ha enfatizado en declaraciones oficiales muchas áreas de interés común (Arnson, Americas Quarterly). Las oportunidades para una mayor colaboración incluyen una acción climática mejorada y una mayor financiación para el desarrollo rural para avanzar en la implementación del acuerdo de paz de 2016.

¿Cuáles podrían ser los puntos de tensión? Gimena Sánchez-Garzoli, directora para Los Andes de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos, destacó recientemente que el área de mayor tensión podría concentrarse en torno (1) a los posibles cambios en el acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Colombia (Sánchez-Garzoli, The Inter-American Dialogue), (2) las políticas antidrogas y (3) el vínculo con Venezuela (Arnson, Americas Quarterly).

Distintos académicos han destacado cierta flexibilidad de la Administración Biden para hacer frente a los cambios del recientemente electo presidente colombiano (The Inter-American Dialogue). Coinciden en que las críticas de Petro al acuerdo de libre comercio para la protección de la agroindustria colombiana, la revisión de las políticas de extradición y control antinarcóticos, y la búsqueda de una mayor apertura en la relación con Venezuela en principio no encontrarían el veto de gobierno de Biden (The Inter-American Dialogue, Americas Quarterly). Esto no quita que estas revisiones traigan tensiones en la relación luego.

El domingo 21 de agosto llegó a Colombia una delegación estadounidense compuesta por Todd D. Robinson, subsecretario de Estado de la Oficina de Asuntos Antinarcóticos y Aplicación de la Ley; Rahul Gupta, director de la Oficina de la Política Nacional para el Control de las Drogas; y Peter Natiello, administrador adjunto senior de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Se reunieron con altos funcionarios del gobierno colombiano para tratar temas relacionados con la implementación de la paz, el cuidado del medio ambiente, la defensa de los derechos humanos, el crimen transnacional y la agenda bilateral antinarcóticos. Esta última adquirió centralidad en las declaraciones oficiales emitidas al culminar los encuentros.

Petro presentó cuatro puntos para cambiar la política contra las drogas y uno de los temas más importantes habría sido el de la extradición: "les propusimos que narcotraficante que no negocie con el Estado se va extraditado, narcotraficante que negocie y reincida se va extraditado sin ningún tipo de negociación en Estados Unidos y narcotraficante que negocie con el Estado colombiano beneficios jurídicos y deje de ser definitivamente narcotraficante, no se extradita" (El Tiempo). El mandatario explicó que propuso a Estados Unidos cuatro cambios en el tratamiento de los casos de extradición de narcotraficantes, pero que por ahora no mencionaría los otros puntos. "Por ahí comenzamos, ahora seguirán los diálogos con el gobierno en Washington" (CNN).

La delegación estadounidense aclaró en conferencia de prensa el carácter positivo de la reunión. Todd Robinson aclaró: "Esto es obviamente algo que el Departamento de Justicia de Estados Unidos tendrá que discutir con el Ministerio de Justicia de Colombia y el Departamento de Estado tendrá que discutir con la Cancillería de Colombia (...) La nueva Administración ha dejado claras sus prioridades y creemos que esas prioridades encajan con las nuestras. Queremos adoptar una política holística para la lucha contra las drogas" (El Tiempo).

En Estados Unidos, el apoyo bipartidista a la relación con Colombia, sin embargo, encuentra mayores obstáculos. El gobernador de Florida (y probablemente aspirante a presidente) Ron De Santis llamó a Petro "un exnarcoterrorista y marxista", diciendo que su administración sería "desastrosa". Mientras tanto, los senadores Marco Rubio y Ted Cruz presentaron un proyecto de ley a fines de julio para volver a imponer sanciones por terrorismo a las FARC. Las sanciones se levantaron en noviembre pasado para permitir la asistencia de los Estados Unidos para programas que benefician a las guerrillas que se desmovilizaron luego del acuerdo de paz de 2016.

 

El Observatorio Estados Unidos brinda información por medio del seguimiento en los medios de prensa de los principales acontecimientos vinculados a la política interna norteamericana, a los Estados Unidos y el mundo, y a los Estados Unidos y América Latina en particular. Las opiniones expresadas en esta publicación son exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento del CARI.

 

 

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