COMITÉ ESTADOS UNIDOS

Observatorio Estados Unidos / Boletín N° 114 / Octubre 2021

Dirección: Roberto Russell

Edición: Analía Amarelle / Equipo redactor: Federico Bursky, Sofía Iotti y Carla Gebetsberger

 

INDICE

 

POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS

La imagen doméstica de Joe Biden

 

POLÍTICA Y RELACIONES EXTERIORES DE ESTADOS UNIDOS

El difícil equilibrio entre las agendas bilateral y multilateral de Biden

 

ESTADOS UNIDOS Y AMÉRICA LATINA

In for a dime, in for a yuan? Reflexiones desprendidas de las últimas visitas oficiales de los Estados Unidos a la región, frente a la rivalidad con China

 

 

POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS

 

 

La imagen doméstica de Joe Biden

El presidente estadounidense Joe Biden enfrenta encuestas de opinión adversas en los últimos meses. En octubre, esta tendencia negativa se vio profundizada e incluso pareció consolidarse. Según la recopilación de diversas encuestas domésticas realizada por el sitio estadounidense FiveThirtyEight (primer gráfico), la popularidad de Joe Biden al día 1 de noviembre es del 42,9%, mientras que su imagen negativa y de desaprobación acumula un 50,7%. Estas cifras son mayores que las registradas a principios de octubre. La imagen negativa de Biden aumentó en 2 puntos porcentuales entre el 1 de octubre y el 1 de noviembre, de 48,7 a 50,7. Su aprobación también se vio afectada, disminuyendo de un 45% al 1 de octubre a un 42,9% al 1 de noviembre, siendo esta una pérdida de 2,1 puntos porcentuales de su imagen.

Fuente: FiveThirtyEight

Por otra parte, con una metodología similar para promediar encuestas de opinión nacionales, RealClearPolitics (segundo gráfico) describe que un 51,1% de los estadounidenses desaprueban la gestión de Joe Biden en la Casa Blanca, frente a un 43% que la aprueban. Estos números de principios de noviembre en comparación con los primeros días de octubre también demuestran una tendencia hacia la negativa. La desaprobación de la gestión del presidente demócrata aumentó en 1,9 puntos porcentuales y su aprobación de gestión cayó 2,2 puntos porcentuales. El sitio de encuestas Ipsos en su informe de octubre (Core Political Data) destaca que tres de cinco estadounidenses evalúan que el país está dirigido hacia la vía incorrecta (60%) mientras que un cuarto (26%) dicen que las cosas en Estados Unidos van hacia la dirección correcta. Los demócratas son más propensos a ser optimistas acerca del futuro del país, mientras que los republicanos e independientes comparten una mirada más pesimista a largo plazo.

Fuente: RealClearPolitics

Asimismo, la falta de resultados en la agenda doméstica de Biden es un tema que parece afectar la imagen del presidente. Antes de que Joe Biden se subiera al avión rumbo a Europa para la celebración del G20 en Roma y la COP 26 en Glasgow, tuvo unas semanas de arduas negociaciones en el Congreso. El objetivo era asegurar un plan que pudiera mostrar al mundo y posicionarse como líder para combatir el cambio climático en medio de la crisis económica mundial por la pandemia (Russell Berman, The Atlantic). Sin embargo, las negociaciones están lejos de concluirse y el nuevo plan de gasto social de 1.75 billones de dólares, parte constitutiva de la agenda doméstica "Build Back Better", encuentra dificultades para ser aprobado (The White House).

En este panorama, la gestión de política interna para el presidente Joe Biden y su partido encuentra múltiples trabas y obstáculos. Las tensiones entre progresistas y moderados del Partido Demócrata no encuentran tregua. El nuevo paquete de menor gasto deja de lado muchas políticas que los demócratas progresistas defienden: licencia familiar remunerada, cobertura de medicamentos y salud, entre otros. Además, se estableció un polémico impuesto a las mayores riquezas para financiar el programa. Las posiciones más intransigentes las sostienen el Senador Joe Manchin de West Virginia y la Senadora Kyrsten Sinema de Arizona (Cochrane, Weisman and Sanger-Katz, The New York Times). Reducir el plan original de 3.5 billones en gasto social a la mitad puede no ser suficiente para asegurar el apoyo necesario en el Congreso. De ser este el caso, los demócratas y Joe Biden se encuentran en una posición complicada y compleja en cuanto a su futuro electoral concierne.

 

 

POLÍTICA Y RELACIONES EXTERIORES DE ESTADOS UNIDOS

 

 

El difícil equilibrio entre las agendas bilateral y multilateral de Biden

Fuente: Perfil

Tras un mes de septiembre donde el acuerdo AUKUS puso en alerta a los actores del Indo-Pacífico (ver edición 113 de este Boletín), las tensiones entre China y Estados Unidos regresaron al primer plano en octubre. El disparador fue la eventual anexión china de Taiwán y cómo respondería Estados Unidos en ese escenario.

La Casa Blanca ha apostado tradicionalmente a la "ambigüedad estratégica", es decir, no ha reconocido la independencia de Taiwán ni tampoco la soberanía china sobre el territorio. Ello le ha permitido avanzar en asuntos como el comercio con China sin oponerse de forma explícita a su visión sobre Taiwán, al mismo tiempo que en los hechos apoya a Taiwán, por lo que se trata de una estrategia que le permite sacar provecho y avanzar sus intereses en varios ámbitos. No obstante, la declaración de Biden del día 22 en el sentido de intervenir activamente ante una invasión de Taiwán por parte de China sembró dudas sobre la posición estadounidense.

En base a estos hechos, John Mearsheimer (Foreign Affairs) analiza el vínculo entre las superpotencias desde una óptica neorrealista. Con dicha lente, critica a las Administraciones estadounidenses desde el fin de la Guerra Fría por haber promovido el crecimiento y la incorporación de China al sistema internacional, una estrategia de engagement que según Mearsheimer aceleró las posibilidades de confrontación con el correr de los años. Si se comparan dichas posibilidades con las existentes durante la Guerra Fría, Mearsheimer sostiene que en la contienda EEUU-China estas son más altas por el mayor crecimiento económico proyectado y una menor atadura de China en política exterior al no tener que proteger o sostener a otros Estados (como sí ocurriera con la URSS con sus Estados satélite o áreas de influencia). A partir de ello, concluye que una confrontación directa entre ambas potencias es crecientemente plausible y que los hechos recientes apuntan cada vez más en dicha dirección.

Desde una perspectiva histórica, M. E. Sarotte (Foreign Affairs) recorre la evolución de la relación Estados Unidos-Rusia tras el fin de la Guerra Fría a partir del proceso de expansión de la OTAN hacia el este europeo. Al respecto, reflexiona que esta expansión fue una causa central del deterioro en el vínculo bilateral dado que no se consideró la realidad geopolítica del momento, algo evitable desde la mirada de Sarotte. Por ello, concluye una lección que considera importante para Washington en su competencia con China: la esencia de la estrategia es relevante, pero también la forma en que se implemente si se pretende prevenir efectos colaterales negativos.

Con una mirada similar, H. Brands y J. L. Gaddis (Foreign Affairs) analizan diversos episodios de la historia desde la Guerra del Peloponeso, pero con especial foco en la estrategia de contención de Estados Unidos durante la Guerra Fría. En dicho recorrido, identifican variables que formaron parte de dichos conflictos con las cuales pretenden arrojar luz sobre la competencia EEUU-China. Entre ellas, destacan la geografía, la flexibilidad al momento de hacer alianzas y los mecanismos domésticos de resiliencia para atravesar épocas de crisis. Su análisis en el presente los lleva a sostener que EEUU aventaja a China hoy en día, aunque ello no está garantizado en el largo plazo. Por dicho motivo, remarcan que Estados Unidos deberá sortear las amenazas domésticas a su democracia para mantener la unión a nivel interno y tolerar contradicciones morales y geopolíticas en sus alianzas internacionales que le permitan defender la diversidad a nivel global si aspira a mantener la ventaja e imponerse a su competidor estratégico.

Otro frente bilateral donde Biden trabajó durante octubre fue la relación con El Vaticano. El día 29 visitó al Papa Francisco en dicha ciudad. El encuentro se dio en el marco de crecientes cuestionamientos en la Iglesia Católica estadounidense sobre si Biden es un buen católico o no, dada su posición contraria a la Iglesia en asuntos como el aborto. No obstante, C. Harlan, S. M. Kim y M. Boorstein (Washington Post) destacan que las coincidencias entre Biden y el Papa Francisco son mayores que las existentes durante el gobierno de Trump, como los casos del cambio climático o la migración, lo que augura un mejor vínculo entre Estados Unidos y El Vaticano.

Por su parte, Victor Gaetan (Foreign Affairs) construye sobre dichos puntos en común y destaca que El Vaticano puede ser un socio relevante para Biden en su plan de lucha contra el cambio climático. Al tratarse de una institución con poca burocracia y con extensa experiencia en el Sur Global, la Iglesia Católica puede promover la adaptación de las estructuras productivas para paliar el cambio climático y demandar una mayor rendición de cuentas a los gobiernos de dichos países.

Sobre el cierre del mes, los días 30 y 31 tuvo lugar una nueva Cumbre del G20 en Roma, Italia. Stewart M. Patrick (CFR) subraya que la actualidad, donde confluyen la salida desequilibrada de la pandemia y el cada vez más acuciante cambio climático, demanda un foro activo capaz de guiar los esfuerzos de los principales actores del sistema internacional. En ese sentido, menciona que el G20 ya cuenta con varios elementos que permitirían afrontar la coyuntura actual. Por ello, ahora más bien se trata de que los líderes globales demuestren su voluntad de revertir el curso de los acontecimientos.

Paola Subacchi (Project Syndicate) analiza la Cumbre desde la perspectiva de sus protagonistas. En ese sentido, subraya que la no participación de los mandatarios de China y Rusia tiene un doble efecto: puede facilitar los acuerdos, pero también los dificulta en el largo plazo dado que China es un actor central en cualquier ámbito multilateral. Respecto a la ausencia de Xi Jinping, Subacchi identifica sus principales causas en el creciente desinterés chino por participar de foros multilaterales, la escalada de tensiones con Estados Unidos y la compleja y gradual transformación socio-económica que atraviesa la potencia asiática. Por otra parte, destaca la capacidad de Draghi, primer ministro italiano, para conciliar posiciones al frente de la Cumbre y opina que Indonesia, que presidirá el foro luego de Italia, deberá enfocarse en traer nuevamente a China a la mesa de negociación para que las decisiones del G20 tengan un impacto considerable en el largo plazo.

A modo de cierre, es menester mencionar el acuerdo al que se llegó en el G20 sobre un impuesto mínimo global a las grandes corporaciones y sobre las cadenas de suministro entre Estados Unidos y la Unión Europea, dos temas pregonados por Biden. El tercero, el cambio climático, también estuvo presente como un anticipo de lo que se trataría en la COP26.

 

 

ESTADOS UNIDOS Y AMÉRICA LATINA

 

 

In for a dime, in for a yuan? Reflexiones desprendidas de las últimas visitas oficiales de los Estados Unidos a la región, frente a la rivalidad con China

Fuente: China-Latin America Finance Databases, The Dialogue

La pregunta por la relevancia de América Latina en la agenda de política exterior de los Estados Unidos no es precisamente novedosa. Con la excepción de México, que detenta la condición de país norteamericano, la región latinoamericana no es percibida por Washington como una prioridad. Con el cambio de siglo, las Administraciones que buscaron revisar esta posición vieron sus expectativas iniciales relegadas al lugar de promesas. En el año 2000, luego de prometer durante la campaña presidencial enmendar "la indiferencia de Washington" hacia la región, George W. Bush consagró sus mandatos a la "lucha contra el terrorismo" en Medio Oriente y en Afganistán luego de los atentados del 11 de Septiembre. En abril de 2009, tres meses después de mudarse a la Casa Blanca, Barack Obama proclamó "un nuevo capítulo de la relación" entre Estados Unidos y sus vecinos del Sur, pero se preocupó más por otro espacio: en 2011, decidió "reequilibrar" la política exterior de su país a través de un "pivote" hacia Asia y el Pacífico, relegando a América Latina a un puesto muy bajo dentro del orden de sus prioridades geopolíticas (Anne-Dominique Correa, Le Monde Diplomatique). En los últimos años, la pregunta se reactualiza frente al ascenso chino. ¿Cómo afectará a la relación la presencia de China en la región? Durante el último mes, las visitas oficiales de dos representantes de alto nivel de Estados Unidos a la región disparan algunas reflexiones en torno a la relevancia de América Latina para la Administración Biden.

Durante la última semana del mes de septiembre, una delegación de alto nivel encabezada por el asesor adjunto de Seguridad Nacional para la Economía Internacional de Estados Unidos, Daleep Singh, se dirigió a Colombia, Ecuador y Panamá. Singh fue acompañado por David Marchick, director de la Corporación Financiera de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional; Ricardo Zúniga, subsecretario adjunto de Estado principal para Asuntos del Hemisferio Occidental y enviado especial para el Triángulo Norte, junto a otros altos funcionarios con el objetivo de "comprender mejor las necesidades de infraestructura dentro de estos países y en la región" (US Department of State). La misión estadounidense se reunió con los mandatarios Iván Duque, de Colombia, Guillermo Lasso, de Ecuador y Laurentino Cortizo, de Panamá, así como también con distintos funcionarios –entre ellos, ministros de Obras Públicas–, líderes empresariales y activistas cívicos para identificar las necesidades en infraestructura de sus países.

Las visitas de la delegación fueron impulsadas por la iniciativa Build Back Better World (B3W), un proyecto que promete fortalecer los lazos con América Latina y "reducir las amplias brechas que existen en términos de infraestructura física, digital y humana". Esta estrategia de transferencias de recursos para generar infraestructura en América Latina procura competir directamente con la Franja y la Ruta (Jennifer Jacobs, Bloomberg) y contrarrestar la presencia de China, la cual ha crecido considerablemente en las últimas dos décadas hasta convertirse en uno de los principales socios comerciales e inversores de la región (Interamerican Dialogue). El crecimiento de las ciudades e industrias chinas ha catapultado la demanda de cobre, mineral de hierro, soja, cerdo y decenas de otros productos, hasta el punto de que Brasil, Chile, Perú y Uruguay comercian más con China ahora que con ningún otro país (Interamerican Dialogue). Actualmente, las empresas chinas han construido puentes en Panamá, carreteras en Argentina, puertos en Perú y redes eléctricas en Brasil; poseen las minas de cobre más grandes de Perú, la mitad de la distribución de energía de Chile, minas de oro en Argentina y han estado comprando tierras de cultivo de soja en Brasil. De esta manera, aunque el capital estadounidense sigue siendo más abundante, China se ha posicionado como un inversor regional clave en desarrollo de obra pública y sus bancos han otorgado más préstamos durante las últimas dos décadas que el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Desarrollo CAF juntos (Shannon O’Neil, Foreign Affairs).

Frente a este escenario, la relevancia de América Latina para la política exterior norteamericana puede ser analizada en clave de un fenómeno que responde a variables sistémicas, signado por lo que Roberto Russell denomina "periferia penetrada" por "un gran poder extrarregional en vertiginoso ascenso" (Roberto Russell, Clarín). Esto queda adosado al fenómeno de "periferia turbulenta", como un factor que influye en la atención de Washington, que lo compele a actuar y a aumentar sus peticiones de aquiescencia a sus preferencias". Cuestiones como la migración y el narcotráfico se presentan ilustrativas de esto mismo. La Administración de Biden parece buscar enfrentar este reto a través de marcos de cooperación más amplios para contener las crisis regionales. El viaje de Anthony Blinken a México para definir, junto a los representantes mexicanos, los detalles del nuevo marco de colaboración en materia de seguridad ilustra esta cuestión.

El 8 de octubre, México y Estados Unidos sentaron las bases que pusieron fin a la Iniciativa Mérida, programa que se remonta al mandato de George W. Bush. Los Gobiernos pactaron en su lugar el Entendimiento Bicentenario, que impulsa la creación de una "red para la prevención del homicidio" y se comprometieron a fortalecer la lucha contra el narcotráfico y el tráfico de armas, entre otras medidas. "Adiós, Mérida. Bienvenido, Entendimiento Bicentenario", proclamó el canciller, Marcelo Ebrard (El País). El acuerdo propone una mirada más integral que incluye el compromiso de "expandir la cooperación binacional en contra del tráfico ilegal y trata de personas"; "incrementar las acciones bilaterales y paralelas para debilitar a los actores ilícitos y sus redes financieras"; y mejorar la detección de las redes que importan los componentes químicos que constituyen la base de varias drogas sintéticas. México y Estados Unidos prometen también redoblar los esfuerzos "para ayudar a resolver los miles de casos de desapariciones en México".

Entre el martes 19 y el jueves 21 de octubre el secretario de Estado también visitó Ecuador y Colombia, donde mantuvo reuniones con el presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, y su ministro de Relaciones Exteriores, Mauricio Montalvo, y con el presidente colombiano, Iván Duque, y su vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez. Dos visitas que cobran especial relevancia, teniendo en cuenta que se trató su primera gira por América del Sur. En su visita a la Universidad de Quito en Ecuador, Blinken destacó tres retos fundamentales que afronta la democracia en la región: la corrupción, la seguridad civil y el desafío económico y social. En Quito, Antony Blinken dijo que estaba allí para escuchar con humildad, y que Estados Unidos tiene mucho que aprender de sus vecinos. Blinken reconoció que su país no siempre ha practicado en América Latina lo que reclaman, y que en algunos momentos de la historia han apoyado a gobiernos que no respetaron los derechos humanos en esa región. Michael Shifter, presidente del Inter-American Dialogue, calificó recientemente como acertado el diagnóstico del secretario de Estado y lo diferenció del enfoque adoptado por la Administración de Donald Trump, caracterizada por un enfoque poco securitizado, concentrado en Cuba, Venezuela y Nicaragua (Washington Post). De acuerdo con Schifter, el discurso de Blinken denota un cambio en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina que contempla una apertura hacia más países y la ampliación de canales para la cooperación.

En la definición de estos desafíos resuena aquello que era anticipado por Joseph Nye en la campaña presidencial a mediados de 2020, frente a la posible victoria de Biden: la implementación de una perspectiva de política exterior más "amplia", en comparación a la de Trump, que podría ser beneficiosa para los países latinoamericanos (Perfil). Los interrogantes en torno a los posibles beneficios en su mayor o menor acercamiento a una u otra potencia se reactualizan luego de estas últimas visitas oficiales y obligan a los gobiernos a revisar sus estrategias (Shannon K. O’Neil, CFR). En todo caso, el contexto actual revela, como lo señala Roberto Russell, una configuración del sistema internacional bipolar, no polarizado, "sin divisiones rígidas ni bloques en el que la gran mayoría de los estados procurará buscar formas diversas de no polarizarse" (LACC FIU).

La no polarización, claro está, no implica falta de presiones. El último viernes de octubre, el  comandante del Comando Sur, el General del Ejército Mark A. Milley, en la ceremonia de asunción de la nueva jefa del Comando afirmó: "This hemisphere belongs to us and to no one else, and we're all shoulder to shoulder in that common cause to protect our hemisphere from any international threats". (US Southern Command).

 

El Observatorio Estados Unidos brinda información por medio del seguimiento en los medios de prensa de los principales acontecimientos vinculados a la política interna norteamericana, a los Estados Unidos y el mundo, y a los Estados Unidos y América Latina en particular. Las opiniones expresadas en esta publicación son exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento del CARI.

 

 

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