Autor: Ramón González, Visiting Fellow, Yale University

El G20, grupo que reúne a los principales países desarrollados y emergentes del planeta, se reunieron el 26 y 27 de junio en Toronto para discutir la reforma financiera y la recuperación económica de la última crisis. Puede leerse aquí un análisis del escenario previo a la conferencia. En este encuentro del "principal foro para la cooperación económica internacional", según palabras del presidente Obama, los líderes se comprometieron a reducir sus déficits y deudas en los próximos años, dejaron la polémica cuestión de los impuestos bancarios a los distintos países individualmente y reiteraron su compromiso con la reforma financiera, cuyos detalles se discutirán en la próxima conferencia del G20 en Seúl, Corea del Sur, en noviembre de 2010. Aunque el comunicado de la Conferencia de Toronto hizo referencia a la necesidad de un crecimiento equilibrado, una preocupación particular de los Estados Unidos, el tenor general del documento enfatizó el llamamiento de los europeos al ajuste. En los días siguientes, los comentaristas en general han lamentado que se haya desgastado el consenso mundial sobre la política económica y la regulación financiera, mientras que economistas liberales se preocupan por el efectos que el consenso europeo a favor de medidas de ajuste y la falta de acción para contrarrestar los desequilibrios mundiales pueden tener sobre el crecimiento. Si bien los magros resultados de la conferencia han invitado a preguntarse acerca de la utilidad de las cumbres, el G20 y el multilateralismo económico pueden revindicar otros logros aparte de los alcanzados este fin de semana en Toronto: la presión internacional que alentó a China a permitir la apreciación de su moneda y que los organismos internacionales hayan sido capaces de contener el proteccionismo económico y la aplicación de barreras comerciales en lo peor de la crisis. Mientras los presidentes regresan a casa, las decisiones económicas más importantes los acompañan hacia sus capitales nacionales: la reforma financiera estadounidense se encuentra de repente en peligro después de la muerte del senador demócrata Robert Byrd, mientras que los países europeos se ocuparán de los detalles de los recortes presupuestarios y las reformas laborales.

El comunicado del G20 y los resultados de la cumbre

El G20 apunta a "garantizar un retorno completo al crecimiento con empleos de calidad, a reformar y fortalecer los sistemas financieros y a crear crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado". Aunque toma nota de las señales de un nuevo crecimiento, el comunicado reconoce que la recuperación todavía es frágil y desigual y que los países deben "seguir adelante con la implementación de los planes de estímulo existentes". Tanto en el documento como en las últimas cumbres comenzó a darse un cambio hacia la disciplina fiscal, dado que "los recientes acontecimientos subrayan la importancia de finanzas públicas sostenibles". El documento explica que "la solidez de las finanzas fiscales es esencial para sostener la recuperación, proporcionar flexibilidad para responder a una crisis futura, asegurar la capacidad de afrontar los desafíos del envejecimiento de la población y no dejar a las generaciones futuras un legado de déficits y deuda". Al mismo tiempo, indica a los países con graves problemas fiscales "acelerar el ritmo de la consolidación". En lo que constituyó tal vez la noticia más resonante de la Conferencia, las economías avanzadas se "comprometieron a planes fiscales que reducirán los déficits al menos a la mitad para el año 2013 y estabilizarán o reducirán la deuda pública como porcentaje PIB para el año 2016". A su vez, en el anexo al documento limita la política monetaria al logro de la estabilidad de precios para "contribuir así a la recuperación", un anuncio de la intención, aunque todavía no del hecho, que la política monetaria ya no se dedique a "quantitative easing" (que los Bancos Centrales se dediquen a comprar los activos de baja calidad para quitarlos de las instituciones financieras) y a las medidas de capital extraordinarias de los tiempos de crisis y que los Bancos Centrales vuelvan a su actividad formal de cuidar contra la inflación. Sin embargo, el documento incluye, al mismo tiempo, ciertas reservas sobre impulsar medidas de austeridad – "existe el riesgo de que la sincronización de ajustes fiscales a través de varias grandes economías pueda afectar desfavorablemente la recuperación". En la práctica, el comunicado señala el retorno a la ‘Sinatra Doctrine' con cada país tomando la libertad de administrar su presupuesto ‘a mi manera', en forma "diferenciada según las circunstancias nacionales", en las palabras del comunicado.

En cuanto a la reforma financiera, la noticia más significativa fue la falta de resultados concretos en Toronto. Acuerdos sobre nuevas normas de capital, supervisión y regulación de los hedge funds (fondos de alto riesgo), las agencias de calificación, los derivados de venta libre, y la gestión y resolución de las systematically important financial instruemnts (SIFI) fueron dejados para la próxima Cumbre de Seúl en noviembre. Al tiempo que reitera su compromiso que "el sector financiero debe contribuir de forma justa y sustancial en el pago de las cargas asociadas a intervenciones de los gobiernos", el comunicado dejó a las naciones la libertad de elegir entre la variedad formas para lograr este objetivo. Por último, el G20 exaltó el libre comercio y alentó a los países a aumentar la demanda interna, aunque los detalles sobre el reequilibrio de la demanda mundial y el comercio no fueron establecidos, y resultados concretos en este sentido son improbables.

La mayor noticia que se desprende de la Conferencia fue el compromiso a reducir los déficits fiscales y las deudas públicas, una propuesta presentada por Canadá y apoyada por Alemania y Gran Bretaña. Los líderes europeos se preciaron de éste resultado, la Canciller alemana Ángela Merkel dijo, "para ser honesta, fue más de lo que esperaba", el Primer Ministro británico David Cameron informó al Parlamento que el G20 se mostró de acuerdo con sus esfuerzos por reducir el presupuesto público y Michael Heise, Economista en Jefe de la mayor aseguradora europea, Allianz, declaró que "el resultado positivo es que los programas europeos de consolidación… han sido respaldados por otros en el G20". Aún así, reflejando las divisiones globales, los tiempos mencionados fueron acordados más como una expectativa que como una fecha límite firme. El Presidente francés Nicolás Sarkozy adoptó ese enfoque, y llamó a las cifras acordadas para las reducciones de déficits y deudas "un compromiso, un punto de equilibrio" y no "instrucciones por parte del G20". Adicionalmente, el Grupo insistió en que la consolidación fiscal sea favorable al crecimiento y que continúe teniendo al crecimiento balanceado como su prioridad. Una concesión a la administración Obama en retorno por el acuerdo a las promesas de reducción de déficits y deuda. De todas formas, en su mayor parte este compromiso es redundante, puesto que la mayoría de las economías avanzadas se habían comprometido a esas números y estaban en camino a conseguirlos, incluso Estados Unidos se encontraba en vías a cortar su déficit a la mitad en 2012 producto de la recuperación y el aumento en los ingresos por recaudación impositiva. Para los países con verdaderamente serios problemas fiscales, son los mercados, y no los comunicados del G20, los que están forzando recortes drásticos.

Aunque el G20 se da crédito por proteger el libre comercio durante de la crisis, algún progreso en la reducción de los desequilibrios comerciales será difícil. Este tema se torna crucial dado que muchos países, especialmente en Europa, están contando en nuevas exportaciones para generar crecimiento. A su vez, El G20 abandonó su objetivo de que en el año 2010 se concluya la Ronda de Doha de negociaciones de la Organización Mundial de Comercio, la cual ya viene con mucho retraso.

Más importante que la falta de acuerdo en Toronto es el hecho de que Alemania, que tiene uno de los mayores excedentes del mundo, no parece interesada en la reducción de las exportaciones y la creación de demanda interna. China evitó una condena por la manipulación de su moneda con el anuncio la semana previa a la conferencia de una apreciación de su moneda, pero insistiendo en que se trató de una decisión puramente nacional y no una consecuencia de la presión del Grupo. Una opinión al respecto es que la falta de coordinación en la política fiscal podría ser inofensiva, o incluso una bendición disfrazada, porque podría permitir la consolidación fiscal en los países adecuados u a la velocidad adecuada, sin inducir un colapso mundial de la demanda. Sin embargo, la persistencia de desequilibrios comerciales aumenta la posibilidad de tensiones en los mercados de divisas por la aplicación de políticas del tipo ‘beggar-thy-neighbor' (políticas que buscan resolver los problemas económicos en un país a través de medidas que agravan los problemas en otros países). En este sentido la falta de coordinación sí se convierte en un problema grave.

Si bien el G20 fue capaz de improvisar un cierto consenso sobre el crecimiento y la reducción de la deuda, pudo hacerlo gracias a la utilización de un lenguaje que permite mucha flexibilidad a los países en consideración de la variedad de circunstancias nacionales. Después de la cumbre, tanto los defensores de un mayor estímulo como los de las medidas de austeridad fueron capaces de interpretar diferentes partes del comunicado como victorias propias. En este sentido, esta cumbre del G20 marca el fin del consenso de la crisis –el ‘fellowship of the lifeboat' que hizo posible la coordinación de billones de dólares de estímulo global– no en las palabras del comunicado, pero sí de hecho. Clive Crook del Financial Times escribió tras la Cumbre que "llegar a un acuerdo no era el principal desafió de este fin de semana en Toronto. Sabían que no iba a suceder. Principalmente, esperaban poder presentar la mejor cara que fuera posible por la falta de unidad".

Esta falta de unidad también obstaculiza la labor para llegar a un acuerdo sobre los detalles de la reforma financiera, y la conferencia de Toronto en gran mediada empujó las grandes decisiones a la Cumbre del G20 de Corea del Sur en noviembre y encomendó un mayor estudio de estas cuestiones en el período intermedio. La consideración de las circunstancias nacionales también se deslizó hacia el tema de la regulación financiera. Los acuerdos sobre el capital y las normas de liquidez para las entidades financieras se introducirán gradualmente a velocidades diferentes en los países, una decisión en conflicto con la esperanza de lograr un ‘level playing field' y que permitiría la explotación de las diferencias normativas y el movimiento de las actividades financieras desde países con más reglas a países con menos. En una victoria para los bancos, el G20 no acordó el impuesto a los bancos o las actividades financieras y en su lugar sólo aprobó principios generales: reducir los riesgos, proteger el flujo de crédito, promover la igualdad de condiciones, proteger a los ciudadanos. El comunicado usa un lenguaje alentador sobre la transparencia en los contratos de derivados, la supervisión de las agencias calificadoras y la armonización de normas contables. Sin embargo, en gran parte este trabajo depende del liderazgo de los Estados Unidos. Ahora después de la muerte del demócrata Robert Byrd, el destino de la reforma financiera es incierto y hay dudas sobre si la ley tiene el apoyo suficiente para pasar la obstrucción republicana en el Senado.

La expansión del ámbito de discusión de la política económica mundial desde el G7 al G20 ha sido celebrada como el reconocimiento por las potencias occidentales de la creciente influencia del mundo en desarrollo y como un esfuerzo de tomar decisiones globales que sean más representativas de sus intereses. Sin embargo, los temas y debates de la conferencia de Toronto pueden parecer limitados sólo a los poderes históricos del G7 –Alemania y Francia por un lado, con los EE.UU. por el otro– con el resto del G20 a un lado como espectadores. Jean Pisani-Ferry escribiendo para The Economist sostiene que la nota preparada por el FMI para la Cumbre demuestra que la mayoría de los cambios principales de política son en el mundo desarrollado donde las cargas fiscales y los sistemas financieros se enfrentan a desafíos importantes, y que las inversiones en infraestructura y el reequilibrio del comercio en los países emergentes son una segunda prioridad. Un poco como víctimas de su éxito económico, los países emergentes aún así trataron de participar en la discusión y expresar sus opiniones. La Presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner presionó para una mayor regulación financiera, "Hasta ahora hablamos mucho pero se avanzó poco en algunos temas fundamentales como la desaparición de los paraísos fiscales, el control a las calificadoras de riesgo, la regulación de los flujos de capitales especulativos y la reformulación de organismos como el FMI". El punto central de su presentación frente a los otros mandatarios fue su oposición a las medidas de ajuste, a partir de la experiencia de Argentina en su crisis de 2001, y la importancia del crecimiento y el empleo como los temas esenciales de la política del G20. Como ella explicó, les recordó a los demás países "lo que había pasado en la Argentina con reformas laborales y económicas que nos llevaron al desastre en el 2001 con fuertes reducciones de hasta el 13 por ciento a los jubilados, docentes y salarios… Luego les dije lo que hicimos desde el 2003 hasta hoy, con medidas concretas a través de las que logramos, por ejemplo, los superávits gemelos, en lo comercial y en lo fiscal".

Pocos días después de la Cumbre, las bolsas internacionales han empeorado pero los bancos se sintieron aliviados por la ausencia de nuevos impuestos sobre ellos. Nerviosos, los mercados han seguido una huida hacia la calidad, llegando las tasas de interés de las letras del Tesoro de los Estados Unidos a diez años por debajo del 3% por primera vez desde mayo de 2009. Un artículo publicado por el New York Times que describió las dificultades en Irlanda llevó a comentaristas liberales como Paul Krugman a sostener que la austeridad fiscal que busca inspirar la confianza del mercado trae aparejada costos como un crecimiento más débil y una menor reducción del desempleo. Por otro lado, Jean-Claude Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, dijo: "En cuanto a la economía, la idea de que las medidas de austeridad podría provocar estancamiento es incorrecto… Creo firmemente que en las circunstancias actuales, las políticas generadoras de confianza fomentarán y no obstaculizarán la recuperación económica, porque la confianza es el factor clave hoy".

Conclusión

La reunión del G20 en Toronto fue en algún sentido decepcionante. Se alcanzó cierto consenso sobre el crecimiento y la deuda, pero el acuerdo es débil y concedió a los países mucha flexibilidad para que ellos sigan de su propio camino. Las cumbres proporcionan una forma útil para que los líderes del mundo intercambien ideas y, aunque a veces hay gastos excesivos y con las fotografías y manifestaciones parece más un espectáculo que una serie de jornadas de importante debate, la presión de una conferencia mundial influye en la política, aunque no siempre lo suficiente o en la manera deseada. La necesidad de coordinación global es real y es necesario armonizar los desequilibrios comerciales y la regulación financiera. La falla de esta conferencia es que dejó gran parte de los detalles finales de la reforma financiera a la Cumbre en Seúl y permitió a las naciones de adoptar políticas fiscales y estrategias de salida que pueden afectar la recuperación global. Ahora, las nuevas noticias provendrán de las capitales nacionales y serán unos largos meses en Washington, Berlín, Londres, y otras partes, antes que los Presidentes del G20 se reúnan de nuevo en noviembre para continuar su trabajo.

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