14 de octubre de 2010

Sesión académica a cargo de Federico Llumá, periodista, responsable de medios y comunicación regional para Latinoamérica y el Caribe de la ONG internacional Oxfam GB, con base en Guatemala

Por Franco Palazzolo

La Guerra de Afganistán es uno de los desafíos más importantes de la política exterior de la administración Obama en la actualidad. La discusión en el seno de la Casa Blanca sobre la mejor estrategia para retirar las tropas lo más rápido posible, las presiones electorales, las necesidades y propuestas militares, las críticas republicanas y conservadoras, y los reclamos internacionales para promover la paz han generado un gran debate en torno al conflicto en Afganistán.

La Administración Obama está fuertemente presionada por la opinión pública y los propios demócratas para retirarse cuanto antes de la región, además de verse obligada a adaptar sus acciones a los tiempos electorales. Al mismo tiempo, la reciente derrota en las elecciones de medio término ha incrementado la presión sobre el Presidente.

El Presidente ha impulsado recientemente una estrategia con la cual espera iniciar la retirada hacia julio de 2011, luego de haber incrementado en unos 45.000 hombres la misión norteamericana en Afganistán. Los militares, por el contrario, no coinciden con esta perspectiva; su estrategia apunta, más bien, a consolidar los esfuerzos de contrainsurgencia, defender y proteger a la población y buscar un camino más lento pero más seguro para el retiro final. Así pues, han requerido más tropas y recursos para lograr estos objetivos. Finalmente, los Republicanos y sectores conservadores se han opuesto enérgicamente al plan implementado por Obama, criticando su manejo de la política exterior.

Si bien generalmente se aborda la problemática de Afganistán desde un punto de vista geoestratégico, político o económico, resulta muy interesante destacar la propuesta de Federico Llumá, quien aporta una nueva mirada del conflicto. Una mirada interna, describiendo sus experiencias y vivencias cotidianas relacionadas a actividades laborales en un organismo internacional, sus percepciones sobre el país, su sociedad y sus conflictos, etc.

Llumá inició su presentación con una introducción sobre los motivos que lo llevaron a trabajar en Afganistán. Indicó que trabajaba para Sayara Media & Communications con el objetivo de reflotar el periodismo en ese país, formando nuevos periodistas y abriendo nuevas oficinas, en el contexto de la realización de campañas para los Aliados de la OTAN acerca del conflicto.

El periodista identificó luego la problemática central en el país: existen, por decirlo de algún modo, dos sociedades totalmente separadas. La primera, compuesta por afganos relacionados con organismos internacionales, para los cuales trabajan o proveen servicios. La segunda, está compuesta por el resto de los afganos, cuyas vidas no serán significativamente alteradas por los tipos de regímenes en el poder o la incidencia de estos organismos. Son esencialmente trabajadores rurales, campesinos, policías, trabajadores informales, etc.

Según el experto, aquí radica gran parte de los desafíos que los organismos internacionales deben sortear. La principal dificultad es diseñar, implementar y ejecutar sus proyectos y planes de asistencia a la población, en un contexto convulsionado como el de Afganistán. La frustración de muchos trabajadores de estos organismos internacionales es frecuente al ver que no logran imponer el cambio que se propusieron, ni avanzar significativamente en sus objetivos.

Un punto central de su disertación fue la cuestión de la gran cantidad de actores que convergen en Afganistán. Hay una gran cantidad de extranjeros, básicamente militares de los Estados Unidos y la OTAN, empresas norteamericanas de seguridad privadas, empleados del sector humanitario y de desarrollo y distintos organismos internacionales, asistentes de variadas ONGs, trabajadores del sector privado de servicios, etc. Por otro lado están los afganos. Existen algunos locales que aceptan y buscan aprovechar las actividades de los organismos internacionales y las ONG, por ejemplo para emplearse y obtener mayores ingresos que trabajando para las instituciones afganas. Los que no pueden lograrlo, terminan por incorporarse a la nueva policía y fuerzas armadas afganas. Otros se resisten a aceptar la intervención extranjera y se unen rápidamente a las filas rebeldes o Talibanes, generando así mayor violencia.

Resulta interesante y hasta sorprendente el relato de Llumá sobre los afganos dueños de casas en Afganistán, que viven cómodamente en Europa gracias al alquiler de sus propiedades a los organismos internacionales apostados en el país, el caso de aquellos que tienen puestos con salarios casi de expatriados en las propias organizaciones internacionales. Esta es pues la llamada nueva burguesía afgana.

El disertante explica que las relaciones entre afganos y extranjeros son muy particulares, basadas muchas veces en la desconfianza y el temor al recrudecimiento de sentimientos nacionalistas anti-occidentales. Un ejemplo de esto es la ola de violencia desatada por los rebeldes como consecuencia de la publicación de caricaturas de Mahoma en Dinamarca en 2006.

En suma, hay una curiosa y compleja mezcla de actores con diversos intereses, objetivos, motivaciones, preocupaciones, obligados a interactuar entre sí pero muchas veces con la intención real de marcharse lo antes posible de la región

Según el periodista, los empleados de las empresas de seguridad privada, por su parte, rechazan a la población local pues sólo quieren cumplir su misión: ganar la mayor cantidad de dinero posible y volverse lo más rápidamente posible a casa.

En suma, hay una curiosa y compleja mezcla de actores con diversos intereses, objetivos, motivaciones y preocupaciones, que están obligados a interactuar entre sí pero muchas veces con la intención real de marcharse lo antes posible de la región. Llumá señala que esta caótica situación obviamente no ayuda en absoluto a lograr el objetivo central: pacificar y estabilizar el país para que las tropas aliadas puedan retirarse lo antes posible.

Existe también otro factor que afecta estos objetivos y especialmente el logro de una paz duradera: el gobierno afgano liderado por el Presidente Karzai. El periodista indica que el gobernante ha sido acusado de corrupción en diversas áreas, de presionar a la prensa para evitar mostrar una imagen débil del gobierno, fraude electoral en las últimas elecciones presidenciales en 2009 y de participar en el negocio de las plantaciones de opio (dados los reducidos controles gubernamentales a esa actividad). Esto lo ha debilitado rápidamente, forzando incluso al gobierno norteamericano a tomar distancia de él y acercarse al Dr. Abdullah Abdullah, principal opositor a Karzai.

Asimismo, se ha generado un gran debate en torno a la posibilidad de iniciar el diálogo con los Talibanes, para detener la guerra. Karzai -cansado de la inestabilidad- cree que ha llegado la hora de sentarse a negociar. En cambio, en los Estados Unidos existe aún un gran debate acerca de la conveniencia de negociar o no con los rebeldes y se barajan otras alternativas.

Además de estas reflexiones, Federico Llumá planteó un panorama de la situación general bastante desalentador. Afganistán es asediado por una alta tasa de desempleo, una situación de inseguridad general sobre qué va a pasar después del retiro de los Estados Unidos en la región y una carencia crónica de infraestructura en Kabul y la zona del centro.

Además, la importante actividad insurgente de los Talibanes ha generado mayores bombardeos por parte de los aliados, lo que ha incrementado la inestabilidad y el nivel de violencia dentro del país.

Por otro lado, la población afgana tiene realmente muy pocos incentivos económicos para colaborar en la consolidación del nuevo gobierno afgano, pues los organismos internacionales o los grupos de la insurgencia talibana pagan salarios superiores a los del gobierno afgano.

A esto se puede agregar el relativo fracaso de algunos programas de organizaciones internacionales, como el "Food for Education Program". Este programa norteamericano busca proveer alimentos a niños pequeños a cambio de que asistan a la escuela, con el objetivo de promover la educación. Sin embargo, debido a los altísimos niveles de corrupción gubernamental, la comida donada es utilizada con fines políticos por los caudillos afganos, que la reparten, regalan o venden en el mercado para provecho propio.

Llumá concluyó entonces que los organismos internacionales, las ONG, o diversos grupos que ahora se encuentran trabajando en Afganistán tienen aun mucho por hacer, pero que están aprendiendo de los errores cometidos en estos diez años

Finalmente, un problema central para el futuro del país es la forma en que se ha arraigado en la sociedad el negocio de las plantaciones de opio, principal actividad económica de los sectores rurales afganos. El hecho de que aproximadamente el 90% de la heroína mundial provenga de Afganistán genera enormes incentivos para la corrupción, mostrando una vez más el sombrío panorama para la pacificación y estabilización del país. Existen diversos proyectos para fomentar, por ejemplo, las plantaciones de azafrán o pistacho, pero los réditos económicos aun no han permitido que se impongan.

Llumá concluyó entonces que los organismos internacionales, las ONG, o diversos grupos que ahora se encuentran trabajando en Afganistán tienen aun mucho por hacer, pero que están aprendiendo de los errores cometidos en estos diez años. Realizó gran hincapié en la importancia de apoyar e incentivar a las nuevas generaciones que quieren un cambio y están ya cansados de la guerra, la necesidad de colaborar y acercarse a los líderes de tribus periféricas, la importancia de apoyar con más recursos la creación de PyMES y otros emprendimientos, así como la necesidad a futuro de evitar la excesiva dependencia del país respecto de los recursos aportados por los organismos internacionales.

Asimismo, indicó que deben incrementarse los esfuerzos por consolidar la débil institucionalización del país. La policía, por ejemplo, no es respetada, por lo cual las autoridades deben trabajar mucho en fortalecer el respeto a esta institución.

Además, deberán concentrarse en construir y mantener un sistema político más estable, entre otras cosas, buscando reducir la violencia y fomentando el diálogo entre los sectores o tribus enfrentadas.

Según Llumá, la intervención por sí sola no alcanza; debe buscarse un modelo de reconstrucción confiable, trabajando a largo plazo. Empero, una cuestión central es que los organismos internacionales necesitan mostrar resultados rápidamente, por lo cual no se sabe si están dispuestos a pagar el precio de trabajar en base a plazos más largos y menos visibles, con el objetivo de lograr cambios más duraderos, útiles y consolidados.

Finalmente, abordó una de las problemáticas centrales del conflicto y los proyectos de reconstrucción. Recomendó a los organismos internacionales profundizar el tan necesario diálogo con los afganos, en vez de imponerles sus modelos sin consultarlos, para lograr soluciones más acordes a los problemas cotidianos y estructurales del país.

Federico LlumáEs periodista especializado en diseño y aplicación de campañas de comunicación en países en crisis. Es responsable de medios y comunicación regional para Latinoamérica y el Caribe de la ONG internacional Oxfam GB, con base en Guatemala. Fue Gerente de Proyectos y de Medios de Sayara Media & Communication en Afganistán (2005-2008), empresa dedicada al desarrollo de campañas de comunicación para Naciones Unidas, Comisión Europea, USAID y varias ONGs y fue corresponsal de Radio France Internacional (RFI) en Kabul, Afganistán, durante el mismo período. Realizó estudios de grado en el Instituto de Altos Estudios Latinoamericanos (IHEAL, Paris III, Sorbonne Nouvelle, Francia) y posee un Diploma en Estudios de Paz, Análisis y Resolución de Conflictos en la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok, Tailandia (Rotary World Peace Fellowship)