Articulación de los mecanismos internacionales ante el combate a las pandemias

Por Marcelo Valle Fonrouge, 27 de mayo de 2020

Al igual que la revolución industrial y la "era de la información", la "era de la biotecnología" augura grandes beneficios para la humanidad en áreas como la salud, el medio ambiente y la agricultura. Sin embargo, también debemos ser conscientes del hecho de que desarrollos no controlados y no regulados en ciencia y tecnología, en algunos casos, pueden llevar al género humano a afrontar graves peligros por sus implicancias relativas a la modificación de la vida.

Distinguir entre brotes pandémicos intencionales o no intencionales de aquellos surgidos naturalmente que dan origen a enfermedades infecciosas resulta una tarea a la vez difícil y muchas veces imposible. Ejemplo de lo dicho es el caso del resurgimiento de emergencias como la enfermedad del ébola (1976) y la creación sintética del virus de la polio realizada por una agencia del gobierno de los Estados Unidos (DARPHA) dado a conocer el 12 de julio de 2002 por una publicación del New York Times.

Hoy, la duda se mantiene latente ante la comunidad internacional sobre el origen de la pandemia, no se ha detectado con certeza el origen del SARS-CoV-2 (Covid-19). Recientemente, el profesor Luc Montagnier, ganador del Premio Nobel de Medicina 2008, afirmó que el SARS-CoV-2 es un virus manipulado durante estudios sobre coronavirus en murciélagos que fue liberado accidentalmente de un laboratorio BL4 en Wuhan, China.

Los laboratorios de bioseguridad BL4 detentan el mayor nivel de riesgo reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), dado que realiza investigaciones sobre la genética y el modo en que los agentes patógenos afectan a los seres humanos, fácilmente puede devenir en una academia de entrenamiento para la modificación patogénica o "superalmacén" de agentes patógenos.

Con una visita previa o inmediata de expertos internacionales a las instalaciones del laboratorio de bioseguridad BL4 de Wuhan, posiblemente se habrían despejado las dudas que surgieran al tener que confiar en la información voluntaria, externa y muchas veces parcial y débil de autoridades de un determinado gobierno, a la vez que se habría recabado toda información de utilidad con miras a una coordinación internacional de la acción de cara a la pandemia en cuestión.

La pandemia de coronavirus ha demostrado a todos en todo el mundo que los patógenos microscópicos que infectan indiscriminadamente a las personas pueden tener tantos efectos disruptivos como las guerras libradas con grandes fuerzas armadas y costosos equipos militares.

El empleo de la biotecnología tiene por característica la dualidad entre una vacuna o droga o producir un arma biológica. Porque básicamente se trata de enfermedades de virus, de patógenos. En el caso del arma biológica, se trata de emplear la enfermedad como arma. En tal sentido, resulta dificultosa la diferenciación y lo que un laboratorio produce puede ser como resultado una vacuna o un arma biológica. Una instalación de fermentación farmacéutica fácilmente puede devenir en un laboratorio de producción de armas biológicas. Una razón más y poderosa por la cual los laboratorios LB4, que emplean y manipulan patógenos deberían ser objeto de inspecciones regulares y periódicas por un cuerpo técnico-científico internacional e independiente del Estado involucrado.

"Los gobiernos no pueden por sí solos gestionar todo el espectro de los riesgos biológicos. Se necesitan una red de coordinación y cohesión de actividades y recursos, de esta forma se asegura que la ciencia y la tecnología biológica puede ser desarrollada en forma segura y beneficiosa para todos": señaló Ban Ki-moon, Secretario general de las Naciones Unidas en 2008.

Ante dicho espectro de riesgos biológicos, es competencia de la OMS, hoy desprestigiada y debilitada en su legitimidad como lo es la Convención para la Prohibición de las Armas Biológicas (CABT). A primera vista se puede decir que la CABT no tiene ninguna correlación directa con pandemias como el coronavirus. Sin embargo, aún no es posible que los científicos y expertos evalúen las razones de la aparición repentina del brote de COVID-19. Ambos regímenes deberían estar trabajando interconectados y conjuntamente por tratarse de dirimir cuestiones que pueden pasar desde una ocurrencia natural, un accidente o una negligencia que provocan la inevitable alarma de la comunidad internacional en razón de emergentes o reemergentes de una enfermedad infecciosa.

A la luz de la actualidad y cualquiera sea la verdadera razón de esta pandemia, ahora es inevitable hacer un cambio radical hacia el fortalecimiento de la CABT que, siendo el pilar del control internacional para las armas biológicas, carece de un mecanismo de verificación y control de su cumplimiento, que además de las visitas de expertos, permitiría el acceso a las instalaciones donde se desarrollan estudios y experimentos con patógenos altamente contaminantes.

Tampoco la CABT cuenta con un organismo permanente para garantizar su implementación. En la actualidad, esta función se lleva a cabo mediante una Conferencia de Revisión, que solo tiene lugar una vez cada cinco años, y a través de reuniones periódicas de los Estados miembros y de expertos. Desde 2007 se ha establecido una pequeña Unidad de Apoyo a la Implementación (ISU), con un mandato y personal (tres personas) demasiado limitados.

Los precedentes de UNSCOM y UNMOVIC en Iraq muestran que la bioverificación es al menos factible. Confiar exclusivamente en la voluntad nacional no es suficiente internacionalmente frente al flagelo pandémico. El consenso y la supervisión internacional podrían generar confianza, la implementación de un control regular técnico-científico independiente de las instalaciones reducirá las sospechas continuas de los motivos detrás, ayudará a prevenir y reducir los riesgos de que una próxima pandemia resulte causada por patógenos provocados por el hombre.

Ante las dificultades de arribar a consensos e incertidumbres que debe enfrentar el proceso multilateral de fortalecimiento de la Convención (CABT) hay que sumar los rápidos avances que se reflejan en el ámbito biocientífico. En la próxima centuria, no solo se podrá destruir la vida sino modificar y manipular el conocimiento, el desarrollo, la reproducción y las características hereditarias. En un mundo que cuente con estas capacidades, la propia naturaleza del conflicto habrá radicalmente cambiado. En ello radica una oportunidad sin precedente para la violencia, la coerción, la represión o la subyugación.

A su vez, dado los cambios vertiginosos biotecnológicos con la nanotecnología, el empleo de las Tecnologías de la Información (TICs) ante la potencial vastedad de información generada y requerida en procesos de detección (reconocimiento de la causa de la enfermedad) y el diagnóstico (naturaleza de la enfermedad) de los patógenos, la bioinformática resulta una herramienta de importancia creciente junto con la robótica, que aumenta la rapidez y evita el cruce-contaminación. La nanotecnología tiene la potencialidad de incrementar la rapidez de los ensayos de detección, por ejemplo, a través de nanosensores suficientemente pequeños para permitir pruebas de miles de patógenos diferentes que se almacenan en un microchip.

Por ello, resulta indispensable contar con un Consejo Consultivo de Científicos internacionales a fin de que examine anual y concienzudamente los adelantos, discuta las investigaciones científicas, y presente recomendaciones con evidencias científicas a la CABT. Asimismo, resultará de suma utilidad a la hora de recabar datos realizar investigaciones pos incidente con el objetivo de rastrear la causa del brote, verificar si resultó de origen natural o accidental y, en este caso, recoger pruebas que sirvan de evidencias a la hora de dirimir responsabilidades ante una Corte legal y, a su vez, estar en condiciones técnicas de brindar asesoramiento en la toma de decisiones internacionales frente a un desafío biológico susceptible de poner en vilo la seguridad de los Estados y de la comunidad mundial. Un ejemplo de dicha entidad de expertos lo encontramos en la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).

Al mecanismo de verificación de la CABT, el organismo permanente para la implementación de la CABT y el Consejo Consultivo de la CABT, se sumarían los Equipos de Respuesta Rápida para la provisión de asistencia médica apropiada e investigación, en caso de ser requerida, ante serios brotes de enfermedades infecciosas. La OMS cuenta con una nómina de expertos que puede poner a disposición de los Estados Miembros que la necesiten, y que le permite mantener la competencia técnica adecuada para dar una respuesta de salud pública ante enfermedades provocadas por agentes biológicos o químicos.

Con el objeto de cubrir carencias y necesidades de la CABT, el embajador Carlo Trezza, ex Representante Permanente de Italia ante la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas en Ginebra (2001) sugirió la opción de articular la implementación para las armas biológicas bajo la jurisdicción de la OPAQ con sede en La Haya. Ya hay casos, como el Protocolo de 1925, el Grupo de Australia, las Comisiones de UNSCOM y UNMOVIC que se ocupan de las armas de destrucción masiva en Iraq, y la Resolución 1540 del CSNU, en la que las armas biológicas y químicas se tratan o se han tratado conjuntamente. La Conferencia de Revisión BWC 2016 señaló "la creciente convergencia de la biología y la química y sus posibles desafíos y oportunidades para la implementación de los Convenios".