URBI ET ORBI: Pascua y Pandemia

Por Norberto Padilla, 17 de abril de 2020

Las mañanas de Navidad y Pascua, los papas dirigen desde el balcón de la Basílica ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro su mensaje para proclamar ante la ciudad de Roma y el mundo, las gozosas y siempre renovadas noticias del nacimiento y de la resurrección de Cristo. Al contenido específicamente religioso, pero relacionado con él, la palabra del Obispo de Roma se detiene en situaciones en el  mundo así como regiones o países determinados. Cabe señalar que en el tiempo de Navidad el Papa recibe al Cuerpo Diplomático y pronuncia un discurso donde se pasa revista a la labor internacional de la Santa Sede y a lo que observa, alienta y preocupa a ésta. La Bendición Urbi et Orbi se imparte en esas grandes fiestas y cuando cada papa lo decida prudencialmente. Así ocurrió el pasado 27 de marzo de 2020 con la particularidad de hacerse desde la plaza vacía y caída ya la noche. Plaza vacía pero con oraciones, palabras y bendición esta vez con el Santísimo Sacramento que llegó por los medios de comunicación y las redes a "los confines de la Tierra" a millones de personas, fue un hito de este Pontificado.

Esta Pascua, tras celebrar la misa dentro de la basílica esplendorosa pero sin fieles, tuvo lugar el Mensaje seguido de la solemne Bendición. Como no podía ser de otra manera el centro del mensaje fue la pandemia. Esta se extiende precisamente en Roma, donde ha afectado incluso a cardenales y personal del Vaticano, y al orbe, en el que el COVID-19 con mayor o menor fuerza pero en toda la geografía.

En su mensaje pidió el Papa que se sanen las heridas de una humanidad desolada, y siguió con palabras para cada uno que las sufre, los enfermos, los ancianos, los que viven en soledad, los médicos y personal sanitario, los creyentes privados de recibir el consuelo y fortaleza de  los auxilios de la religión. Efectivamente en lo que va del año "la vida de millones de personas cambió repentinamente", y podemos preguntarnos cuándo y cómo. Al Papa le preocupan los sectores más vulnerables, los pobres, los que están en las periferias de las grandes ciudades, los prófugos, los sin hogar. Ya respecto a los países pide se relajen las sanciones a países afectados "que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres". Cabe pensar en Irán, Cuba, Venezuela, entre los que están afectados por sanciones. En cuanto a la reducción y condonación de la deuda externa a los países más pobres, aparece con frecuencia en la palabra y los documentos del papa argentino. Estos y otros conceptos se desarrollan en la carta papal del mismo día "a los hermanos y hermanas de los movimientos populares" que puede leerse en: https://www.infobae.com/coronavirus/2020/04/12/carta-del-papa-a-los-movimientos-populares-del-mundo-tal-vez-sea-tiempo-de-un-salario-universal-que-reconozca-sus-tareas/, a la que me remito "sine glosa".

Los pontificados de Juan Pablo II, de cuyo centenario estamos en vísperas y, en especial, de Benedicto XVI, tuvieron una impronta europea. Su sucesor, nacido fuera de ese continente aunque de padres italianos, ha demostrado otras prioridades. Ello se advierte, por ejemplo, en los viajes apostólicos, con notoria ausencia de las grandes capitales como Madrid, Londres, París y Berlín, así como en las designaciones cardenalicias. En los dos mensajes de 2019, por citar los más recientes, no encontramos menciones a Europa como tal  ni a países, salvo Ucrania. Pero en esta Pascua el continente es objeto de la atención papal. La pandemia, en efecto, golpea también al continente europeo, en especial a tres países, Italia, Francia y España. Pero la unidad europea, por la que se esforzaron grandes hombres de la posguerra, baste citar a Alcide De Gasperi, Robert Schumann, Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, se ve jaqueada por rivalidades y amenazas tales como el Brexit y las fuerzas políticas adversas o reticentes a la Unión Europea. Por ello el Papa advierte que Europa está "ante un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro sino el del mundo entero". Urge a reconocerse miembros de una misma familia, capaces de encontrar de manera innovadora formas de solidaridad para aventar los riesgos del retorno a un pasado "que pondría en juego la subsistencia de las futuras generaciones".

"Este no es tiempo de división", continúa, por lo que reitera el llamamiento a un "alto el fuego global", y en virtud de ello, clamó una vez más contra las ingentes sumas destinadas a la fabricación y venta de armas. En la Vigilia Pascual pidió que el pan reemplace los fusiles y que cesen los abortos que matan la vida inocente. De esa homilía quisiera rescatar esta frase: "En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios".

Como lugares donde es necesario que cese el sufrimiento califica cada uno de las situaciones del Oriente Medio, la larga guerra que ha ensangrentado a "la amada Siria", el conflicto en el Yemen, las tensiones en Irak como también el Líbano, país a dónde ha llegado un millón de sirios en busca de refugio. Lo que año a año y pontificado tras pontificado no falta el pedido de que israelíes y palestinos reanuden el diálogo para encontrar una solución justa y duradera. Francisco, como sus tres predecesores, ha estado como peregrino en Tierra Santa y tuvo él la iniciativa de que los presidentes Shimon Peres y Mahmud Abas se recogieran en oración y plantaran en los jardines vaticanos, junto con el Patriarca Ecuménico Bartolomé, un olivo de la paz que no hay que cansarse de anhelar que dé fruto. Precisamente, el 28 de enero de este año el Presidente Trump dio a conocer su "Visión para la Paz", aceptado por Israel, rechazada por los palestinos pero apoyada por Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Qatar, lo que es un signo auspicioso, que quizás "sea el tiempo" que permita alcanzar acuerdos para la existencia pacífica de dos estados. Como decíamos antes, Ucrania es nombrada nuevamente, por el sufrimiento de las poblaciones en la región oriental, limítrofe con la Federación Rusa. Finalmente pide que cesen los ataques terroristas en países del África, contra personas inocentes. Aunque no está dicho expresamente, es inevitable tener presente el martirio de cristianos en manos de grupos islamistas, tales como  Boko Hiram en Nigeria. No hay, en cambio, mención al Extremo Oriente, varios de cuyos países han recibido al Papa Bergoglio. Cabe señalar el interés y preocupación por China, donde el totalitarismo ha afectado gravemente la libertad y autonomía de la Iglesia allí y su comunión con Roma. En 2018 se firmó un acuerdo provisorio, cuyos texto no se conoce pero que está destinado a que se consensuen entre ambas partes las designaciones episcopales. La implementación no está exenta de dificultades por parte de ese gobierno en cuanto a exigir que los obispos pasen a ser parte de la Asociación Patriótica perteneciente al régimen. Dos cardenales, el anciano arzobispo emérito de Hong Kong y el de Rangún, de Myanmar, vecino de la gran potencia, denuncian la situación pero el Vaticano prefiere no cansarse de ejercer la virtud de la paciencia.

Este no es tiempo de olvido, expresa el Papa respecto a las poblaciones que padecen graves crisis humanitarias, como en el norte de Mozambique, y las multitudes de migrantes y refugiados hacinados en la frontera greco-turca, al que agrega un recuerdo especial para la isla de Lesbos, a donde fue junto con el Patriarca Bartolomé y el arzobispo de Atenas en 2016 como gesto elocuente y memorable del compromiso que pide al mundo respecto a los migrantes. El continente americano aparece únicamente con Venezuela, para la que pide "soluciones prácticas… orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria". No es raro leer que el Papa dice poco sobre ese atormentado país hermano, ante el cual fue nuncio el Secretario de Estado. Pero los papas son sumamente cuidadosos para evitar lo que pueda considerarse una injerencia vaticana. En tal sentido la Santa Sede nunca rompió relaciones con Cuba, cuyo embajador fue durante muchos años decano del cuerpo diplomático. Los obispos locales son quienes mejor pueden decir su palabra, como pastores estrechamente en contacto con su grey e insertos en la realidad del país, y los de Venezuela lo hacen. Sin perjuicio de ello la ayuda que el Santo Padre reclama es a la comunidad y organismos internacionales en una coyuntura calificada de grave en lo político, económico y sanitario, lo que no es poco decir.

Hay que desterrar la indiferencia, el egoísmo, la división y el olvido, que fructifican cuando prevalecen el miedo y la muerte. La Pascua para los cristianos es triunfo sobre estos males, nos dice el Papa. Para los seres humanos, creyentes o no, elegir la vida es un programa más necesario si cabe para el día después de la pandemia. Nada mejor para ello que saber y ejercer lo que expresó en la Vigilia Pascual: esa “noche de las noches”, como se canta en la celebración, el Sucesor de Pedro nos dice que "conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios".

Norberto Padilla.